ANIVERSARIO 2022EDICIÓN ANIVERSARIA 2022

El Barroso II SIGLO DE ORO

 

Costumbres, estilo de vida, gastronomía y hasta pensamientos, todo cambió tras el estallido de una revolución petrolera que convulsionó a toda una región, un país y al resto del Mundo.  Cabimas, un pueblo asentado en la Costa Oriental del Lago de Maracaibo, enfrentó con gallardía la defensa a ultranza de su arraigo costero; donde la pasividad de su gente con olor a pesca artesanal, gaita y marullos frescos a orillas del Lago, era el sello indiscutible de la cotidianidad de los vecinos de la entonces pequeña aldea zuliana; sin embargo, su esfuerzo fue en vano al sucumbir ante el enorme poderío cultural que emigró a esta tierra y que llegó para quedarse.

El estruendo de la llegada de las compañías locales y extranjeras que se disputaban la acaudalada explotación petrolera en suelo cabimense desde el reventón del Barroso II, y detrás de ella esa oleada de forasteros de distintos puntos del planeta, los tomó por sorpresa. Indefensos se dejaron atar por ese hilo transcultural que desembarcó en el pequeño muelle cabimense ante la mirada expectante de un pueblo que sentía haber encontrado por gracia Divina un afluente borbollante de oro negro y viscoso, de una brillantez dorada inimaginable. Fue así como sin preguntar, sin muros que contuvieran su incertidumbre, se inició la transformación social, cultural y económica de la vida de los moradores de Cabimas.

Un pozo petrolero que manaba de sus entrañas centenares de barriles de crudo diarios sin detenerse desde aquel 14 de diciembre de 1922, fue el principal gestor de una mezcla de costumbres, idiomas y modos de vida, que a la postre convertirían al pequeño pueblo de Cabimas en una ciudad transculturizada.

 

Cambios culturales tras el reventón  

Sergio Arria Bohórquez, viceministro de Cultura en el área Audiovisual y fundador de Vive TV, describe el proceso transcultural que vivieron los pueblos que recibieron la carga cultural de la migración tras el inicio de la explotación petrolera, como un proceso originado por el motor económico de ese momento, el petróleo, el cual provocó esos cambios en las relaciones de poder, humanas y sociales de los venezolanos.

“Venezuela, específicamente Cabimas, fue epicentro de una bondadosa actividad petrolera que desde hace un siglo ha venido transformando toda su estructura social, económica y cultural debido al gran flujo migratorio que llegó a esta tierra soñando con la bonanza de la explotación petrolera. Así que se fueron incorporando elementos de influencia cultural a su sociedad; valores, visiones de mundos, que impactaron su cultura. La historia de América latina, en particular la de Venezuela, donde se toma el petróleo como la principal fuente de ingreso, y donde se sustituyó casi de inmediato la tradicional economía venezolana (agraria) por la actividad minera, observándose un inusitado abandono del campo venezolano, marcó aspectos relevantes en el ámbito cultural como la incorporación de anglicismos al léxico local, costumbres, tradiciones y nueva gastronomía. En Cabimas por ejemplo se notó mucho en cuanto a las construcciones de viviendas al estilo norteamericano”, explicó Arria Bohórquez.

Indicó el funcionario cultural que lo importante es que, al país, y específicamente a la cultura cabimense, se incorporan por razones históricas y económicas nuevos elementos sin que se perdiera por completo la identidad, cuya defensa fue apoyada por varios sectores del país, manteniendo un debate vivo para evitar la instauración a “quemaropa” de otros modelos de cultura. “Aunque la transculturización no ha ocurrido solo en Venezuela, nosotros nos apropiamos de lo que llegó, pero dejamos abierto un canal por donde durante todo el siglo XX ratificamos nuestros sistemas de valores éticos, identidad y diversidad cultural”.

“Ante la realidad de que está en juego la soberanía desde ese punto de vista de la identidad original, y tomando en cuenta que la cultura siempre será un aspecto coaccionador y colonizador, ya que a medida que el pueblo recibe la influencia cultural se somete a ese nivel de influencia; es necesario un trabajo coordinado de defensa como el que estamos haciendo desde el Estado a través del Ministerio de Cultura, cumpliendo por mandato constitucional con un objetivo claro: devolverle a la cultura el protagonismo fundacional”, sostuvo.

“En esta era moderna tenemos un gran desafío: poder generar contenidos que sean letra viva de todo lo que tiene que ver con un estado democrático y participativo, pero también que sea multicultural y multiétnico, donde la cultura sea un parámetro que rija la visión que tenemos como pueblo”, advirtió.

“Tenemos un pueblo de una gran conciencia histórica de su identidad que, a pesar de todos los impactos e influencias culturales extranjeras, ha procurado preservarla, siendo protagonista de su propia construcción cultural con una inmensa necesidad expresiva, y eso lo vemos en la gran cantidad de manifestaciones culturales en el área de la pintura, danzas, teatro, música, cine, entre otros, que se han ido desarrollando a lo largo de todos estos años, como las que se registran en Cabimas y otras partes del país”.

La cultura estalló como el Barroso  

 

Pedro Querales, promotor cultural cabimense, nacido en Siquisique estado Lara, al referirse al tema aseguró que el auge petrolero contribuyó a asentar una cultura más prominente en Cabimas, producto de la diversidad de orígenes que convergieron allí atraídos por la riqueza prometida por las recién descubiertas minas petroleras.  “Nosotros éramos una aldea de un poco más de 4 mil habitantes, integrado por familias que residían en los diferentes caseríos, donde predominaba una economía basada en la pesca, recolección de madera y venta de aceite de coco”.

Para el año 1926, cuando Cabimas se acercaba a los 30 mil habitantes, según relata Querales, se dio un profundo cambio cultural. Los trabajadores de las empresas petroleras instaladas en esta zona comenzaron a importar sus costumbres. Cambiaron los hábitos alimenticios, pasando de consumir rubros fruto de nuestra tierra a ingerir productos procesados y enlatados. Comenta entre risas el promotor cultural, que con las petroleras se instaló también “la caña”, pues el consumo de bebidas alcohólicas aumentó, y ya para 1970 la ciudad contaba con 104 bares que bajaban sus santamarías entre 5:00 y 6:00 de la mañana. Estos lugares servían de pasatiempo a los trabajadores de las compañías petroleras, quienes buscaban distraerse con juegos, música y mujeres hermosas, que ofrecían su cuerpo a cambió de dinero. “En eso se les iba el sueldo”, apunta con gracia Querales.

De este aspecto tocado por Querales, encontramos a Marianelis Torres, residente desde hace 45 años del sector la Nueva Rosa en Cabimas, donde se reubicaron años atrás una serie de bares que integraban la zona de tolerancia, entre ellos Caribe Nuevo, Mi Casita, El Marino, Hacienda, El Siboney, Buenos Aires, Villa Amor y el Bar América. Narró, en compañía de su hijo Alejandro, que hace algunos años decidió ocupar junto a su familia la infraestructura de lo que se conoció como Bar América, en otrora uno de los mejores de Cabimas, el cual dejó de funcionar a principios de los 70. “Mi familia me contaba que la edificación era muy bonita, grande y lujosa. Aquí trabajaban las “caza buchitos” que solían pasarla bien con los marinos que llegaban de diferentes partes del mundo, y que desembarcaban de los enormes barcos cargueros que llegaban al muelle de La Salina”.  *

Torres añade que cuando llegaban los “buchitos”, como eran conocidos los extranjeros, las mujeres se alegraban, porque venían cargados de dinero luego de pasar semanas y hasta meses trabajando en el Lago en gabarras de perforación y barcos petroleros.

Refiere Querales que las trasnacionales petroleras fueron las que fundaron los famosos clubes sociales: en Cabimas, La Salina y el Club Lago; en Tía Juana, el Club Altamira y el Standar; en Lagunillas el Club Campo Rojo. Esta infraestructura social contribuyó a la diversión y recreación de las familias élites de las petroleras y de los visitantes.

“Hubo también una visible división entre los diferentes estratos sociales que se estaban formando en los municipios de la Costa Oriental, creándose un distanciamiento social entre quienes vivían en los campos petroleros y quienes residían fuera de ellos”, explica Querales.

En palabras de Querales, a raíz de la explotación petrolera llegaron a Cabimas algunas familias foráneas, como los Stephen, O` Brien y Davalillo, cuyos miembros dejaron una huella imborrable en el acontecer cultural de la ciudad.

Personajes épicos como Henry Augustus Stephen Pierre, reconocido cantautor cabimense, cuyos padres eran oriundos de Granada, un país insular de América, que forma parte de las Antillas Menores; Stephen fue un artista que identificó a Cabimas como uno de los pioneros del rock and roll en Venezuela y que alcanzó la fama con su rítmico tema “Mi Limón, mi limonero”.

Le siguieron los hermanos O´ Brien, hijos del pianista Pat O´ Brien, cuyos padres vinieron de Jamaica, y que alcanzaron renombre en el ámbito musical venezolano, con su grupo familiar Los Hermanos O´ Brien, que luego daría paso a la creación del grupo musical “Las Cuatro Monedas” con el que alcanzarían fama internacional.

De la misma forma lo hicieron los hermanos Pompeyo y Víctor Davalillo Romero. Nacidos en Cabimas y que fueron dos jugadores de beisbol que le dieron a Venezuela significativos triunfos deportivos en esta disciplina. Pompeyo como jugador fue en 1953 el cuarto criollo en participar en las Grandes Ligas y primer zuliano. También fue manager de los equipos profesionales Tiburones de La Guaira, Leones del Caracas y Águilas del Zulia, con quienes logró tres títulos nacionales.

Mientras que su hermano Víctor se destacó por su versatilidad en este deporte. Fue Guante de Oro en 1964 como jardinero de la Liga Americana con los Indios de Cleveland y ganador de dos anillos de Serie Mundial en 1971 y 1973 con Los Piratas de Pittsburgh y Los Atléticos de Oakland, respectivamente. Fue el venezolano número 8 y el tercer zuliano en debutar en las Grandes Ligas (MLB). Como un reconocimiento a su aporte deportivo, la municipalidad de Cabimas colocó su nombre a uno de sus principales estadios, el “Víctor Davalillo”.

Para Querales, Cabimas es la “Babel de Venezuela”, porque en ella convergieron diferentes idiomas y culturas, que lejos de confundir a sus constructores como pasó en la antigua Mesopotamia, ayudaron a erigir de la mano de la transculturización una ciudad sólida que, si bien no puede considerarse una “puerta al cielo”, sí fue la compuerta que se abrió para llevar a Cabimas y al país a rienda suelta hacia un vertiginoso crecimiento económico, social y cultural.

“A Cabimas llegaba todo de primera mano en cuanto a moda o inventos en cualquier área”, aseguró Querales, quien coincide con las apreciaciones sobre el tema de Carmen Leras de Vega, presidenta de la Junta de Patrimonio Histórico y Cultural del municipio Cabimas, pues para ellos el estallido del reventón del Barroso II trajo de todo a Cabimas.

“Se desencadenó una amalgama cultural que aglutinaba todos los aspectos. Se observaron cambios en nuestra forma de vestir. Los margariteños imponían el uso del sombrero, mientras que los andinos mostraban a los cabimenses atuendos más conservadores. Con la era petrolera comienzan a llegar embarcaciones repletas de variadas prendas de moda, imponiéndose el blue jean, la minifalda y los famosos pantalones campanas; lo que permutó la manera de actuar y pensar del cabimense”, sostuvo la dirigente cultural.

Apunta Leras de Vega, que para la época que vivía Venezuela con el inicio de la explotación petrolera, donde no había adelantos científicos, los cambios eran más notorios, y con ayuda del potencial petrolero existente en el país y de la mano de un movimiento migratorio indetenible, que inclusive llegaba a pie a Cabimas, la realidad de sus residentes cambió bruscamente, iniciando a paso firme su camino hacia la modernidad. “Fue una transformación total que convirtió esta naciente ciudad en un híbrido cultural”.

Resaltó como anécdota que anterior al reventón del Barroso II a los cabimenses los conocían como “los come coco”, porque toda la gastronomía era basada en coco, costumbre que fue cambiando con los nuevos elementos que cada región iba aportando.

Adicional a esto, surgieron un sinfín de palabras que se anexaron al argot local, algunas de las cuales Querales y Leras de Vega resaltan: “OK”, macundales, corotos y guachimán.

“Por eso cuando nos despedimos o estamos de acuerdo, decimos ‘OK’; para expresar que estás de vigilante o cuidando algo dices que estás de ‘guachimán’, o sea del inglés ‘watchman’ (‘hombre que cuida’); cuando te botan de la casa te dicen: ‘agarre sus macundales y se va’, porque el gringo decía tráeme los macundales para pedir una caja de herramientas”, concuerdan Querales y Leras de Vega.

“Esta arista cultural nos permitió aprender, entre otras cosas, derivaciones anglosajonas. Fue cambiando el dialecto, se fue enriqueciendo y fuimos adaptando nuevas formas lingüísticas”, sostiene la presidente de la junta patrimonial y cultural de Cabimas.

Una fuente de inspiración  

El reventón del pozo petrolero Barroso II también ha sido fuente de inspiración para muchos escritores, cantantes y compositores. Abdénago de Jesús Borjas Urdaneta, conocido artísticamente como Neguito Borjas, es uno de ellos. Varios han sido los temas musicales que le ha cantado a Cabimas, utilizando como referente este acontecimiento que este año alcanza un siglo de historia.

Para Borjas, “el petróleo siempre ha tenido carácter familiar”, ya que, por ser nativo de Cabimas, guarda una relación estrecha con esta zona petrolera; de allí que sea fuente de inspiración para cantarle a Cabimas, sin desmerecer ciudades como Los Puertos de Altagracia, Santa Rita, Ciudad Ojeda, Lagunillas, Las Morochas, Mene Grande, entre otros, que también han sido parte de la inspiración de grandes artistas, tal como lo ha hecho él con su amada Cabimas y su petróleo.

Borjas recordó con orgullo que hace varios años se grabó con El Gran Coquivacoa un tema dedicado a este importante acontecimiento, tarareando con entusiasmo una estrofa de dicha composición: Petróleo, petróleo, petróleo/ fue el grito que se escuchó/ la noche que reventó el taladro de Barroso/ ese fue el pozo de la región cabimera dio renombre a Venezuela con su chorro fabuloso.

A su criterio, “¿Cómo no hacerle Gaitas al Barroso? ¿Cómo no hacerle Gaitas a la zona petrolera, a Cabimas y a toda la Costa Oriental del Lago? Si son clave en el crecimiento económico, social y cultural del país”, enfatizó.

A propósito de ello, tarareó otra estrofa musical, esta vez de uno de sus temas favoritos: Corona de Tunas.

Reza el estribillo: Como no va a estar dolida/ quien reparte su fortuna;/ si una corona de tunas/ le han puesto toda la vida. / No se mantiene en ayunas/ a quien pone la comida.

“Hubo muchas Gaitas alusivas al Barroso y al petróleo en la década de los años ’60. Gaiteros, compositores y solistas, unieron sus versos y sus coplas para cantarle al petróleo que ha estado y está presente en la vida del venezolano, sobre todo del zuliano. Desde el Zulia fluye la vena de la riqueza más importante que nutre la economía de la nación; cómo ignorar eso, cómo no escribir, cómo no hacer cosas que resalten la esencia de acontecimientos como este. No solamente yo, muchísimos otros compositores hicieron cosas extraordinarias para recordar que llegamos a ser un pueblo muy rico, gracias al reventón de ese histórico Barroso. Es nuestro orgullo”, sentenció el talentoso artista con una sonrisa que hace brillar su gran amor por Cabimas, su petróleo y su imponente Barroso.

Otro artista reconocido de la zona que encontró mucha inspiración en el petróleo fue Tito Alberto Delgado Medina, compositor y cantante gaitero, oriundo de los Puertos de Altagracia, capital del municipio Miranda, arraigado en el suelo cabimense y uno de los fundadores del Conjunto Barrio Obrero de Cabimas.

Delgado en el año 2003 compuso la décima “El Milagro del pozo el Barroso”, en la que resalta los últimos días del año 1922 cuando nativos y extraños sintieron el reventón que estremeció a todos para gritar: ¡petróleo, petróleo!

La Décima cuenta cómo la muchedumbre cansada de esperar la cuadrilla o los técnicos petroleros lograran trancar el incontrolable chorro, que estuvo por nueve días botando petróleo; llevaron a San Benito para que el chorro cesara, realizándose así el tradicional milagro del Santo Negro.

“No sabían los moradores

De esas comarcas vecinas

Que la subterránea mina

Exacerbaría temores

Igual los trabajadores

De aquel improvisto pozo,

Pues ni los “musíues golosos

Suponían tal respuesta…

Por lo que les quedó a cuestas

El reventón del “Barroso” 

“Los que escribimos poesía, composiciones gaiteras o cualquier otro género musical, lo hacemos sobre lo divino, paisajes, personajes y por supuesto sobre hechos relevantes como el reventón del Barroso. Este acontecimiento que vivieron mis ancestros transmitiéndome la historia de forma oral y escrita años después, me inspiró para escribir está décima. También tuve la oportunidad de conversar con personas de aquella época, como la profesora Josefa Urdaneta, quien residía en la Rosa, y cuyos relatos nutrieron parte de mis letras”, comenta Delgado.

Cuenta Tito Delgado que tuvo la oportunidad de residir en los campos petroleros de Cabimas y de Jesús Enrique Lossada, y en sus recorridos por estas zonas petroleras se impresionaba al observar las cabrias de petróleo y unas placas que decían con letras grandísimas: VOC. Allí, además de en la Shell, tuvo la oportunidad de trabajar mi padre”.

Delgado no dejó pasar la oportunidad de recordar que, en el año 2006, bajo la dirección de Héctor Silva y Alejandro Silva, se grabó una producción titulada “Gocemos nuestro folclor”, en la que se incluyó el tema “Petróleo”, el cual fue interpretado por Carmencita Silva, como tributo a su compositor José Chiquinquirá Rodríguez, conocido en el mundo artístico como “Chinco Rodríguez”.

La pictórica imagen del Barroso 

 

Si de arte se trata, hablar de ello es hacer referencia al cabimense Lucidio Ramón González Díaz, excepcional escultor y pintor, quien ha plasmado en sus obras su inspiración, amor y pasión por la actividad petrolera, siendo el creador de la escultura más emblemática de Cabimas: El Monumento al Trabajador Petrolero, develada el 1 de mayo de 1992 con motivo de los 70 años del reventón del Barroso II.

González describe que esta obra, ubicada en el sector Nuevo Juan de la parroquia Carmen Herrera de Cabimas, forma parte del paisajismo y turismo de la localidad. La misma se creó por iniciativa de la Alcaldía de Cabimas a cargo del exalcalde Hernán Alemán, quien llamó a concurso a varios artistas plásticos de la zona para seleccionar un diseño adecuado al tema del petróleo, resultando ganador el Monumento al Trabajador Petrolero de Lucidio González.

“La temática surgió debido a que no existía en Cabimas una figura que represente su esencia petrolera, y que rindiera honor al esfuerzo y dedicación que todos trabajadores petroleros realizaron y realizan para explotar el petróleo”, señala González, quien ha recibido significativos reconocimientos a través de la icónica escultura y de sus más de 300 representaciones pictóricas en las que ha reflejado diversos temas alusivos a la explotación petrolera.

“El paisaje petrolero en Cabimas persiste en el tiempo, por eso mis cuadros cruzados por tuberías, instalaciones petroleras, balancín y otras edificaciones, son parte de mi imaginario artístico. “Los artistas no solo vemos la realidad, sino que vemos más allá de las cosas, por lo que estoy seguro de que el petróleo seguirá inspirando a muchos artistas, cantantes, compositores, escritores y pintores a la hora de crear sus obras”, estima González.

Otra de las personas a las que el petróleo le despierta sentimientos de apego es a Juan Bautista May, un escritor apasionado desde los 14 años con el tema petrolero y su Barroso II, y que lo llevó a conocer a un gran personaje: Mr. Samuel Smith, uno de los primeros supervisores de la explotación petrolera en Cabimas, quien a sus 85 años de edad le concedió una entrevista el 23 de abril de 1975 en su residencia ubicada en la localidad de Boconó del estado Trujillo.  

“Me describió que los trabajadores de las cuadrillas petroleras para esa época no gozaban de ningún tipo de seguridad industrial, ni siquiera recibían agua potable, no había zapatos de seguridad para ellos y trabajaban con alpargatas, se colocaban sobreros de pajiza y no les daban ni guantes para realizar sus tareas”, indicó May.

Bautista recalca que la conversación con Smith marcó su vida. “Samuel Smith supervisor de la VOC, encargado de proveer materiales para las cuadrillas de obreros, me narró todo el proceso de perforación del pozo Barroso II. En lo personal comparo a Smith con una biblia viviente que rememora con agudeza todo lo pertinente a la industria petrolera venezolana en sus inicios; al igual que lo ha hecho el maestro Jesús Prieto Soto, quien compiló gran parte de esta historia en su libro: El Chorro, ¿Gracia o Maldición?; así como Aníbal Martínez recopiló todo el proceso de los sitios de perforación de cada pozo en Venezuela en su libro Cronología del petróleo venezolano, como también Juan Pablo Pérez Alfonzo lo narra en su libro Petróleo, jugo de la Tierra”.

El escritor de unos 5000 artículos, muchos de ellos relacionados a la etapa petrolera del país, compartió una frase que recuerda de Samuel Smith: “Quisiera que diga en su escrito que tengo fe y confianza en los trabajadores; hombres y mujeres que tienen la gran responsabilidad del manejo de la industria petrolera, hoy nacionalizada”.

“No podemos negar que el petróleo trajo una especie de colonización en la zona, como bien lo define el doctor Luis Brito García y otros autores que han escrito sobre la importancia y las consecuencias de la explotación petrolera. Si algún producto, si alguna actividad minera, ha dado para escribir tantos libros y enfoques relacionados al tema en todo el mundo, es el petróleo”, destaca Juan Bautista May.

“En mis investigaciones sigo buscando una respuesta al porqué la indómita naturaleza, mediante la tesis de los desechos fósiles, ofrece un tercio de su tierra y mares para almacenar grandes yacimientos de petróleo, cuyas bondades son opacadas con los conflictos generados por países que hicieron del mismo un objetivo para colonizar y someter naciones, donde por gracia de la naturaleza emerge de sus cimientos un recurso natural explotable de tanto valor y que nadie sembró, como el petróleo”, acota con preocupación Juan Bautista May.

Movimiento cultural desde el teatro       

Desde 1978 el imponente Barroso II ha sido también una fuente de inspiración para Robinson Mavarez, actor, dramaturgo y director de teatro con 44 años de trayectoria, quien ha dedicado 20 de sus obras al estallido petrolero de 1922. La primera de ellas “Cabimas Petróleo”, presentada en estacionamientos y diversos sectores de Cabimas, con 25 actores en escena, y donde se resaltan los presagios de María Acosta, la vidente que había profetizado el brote de petróleo en tierras cabimenses.

“La coloqué en una escena histórica en la que se levanta de su cama y cuando se ve al espejo comienzan sus visiones y dice: yo lo vi, me lo contaron los pájaros, que con su hablar enredado me van a engañar, van a destruir la tierra, a sacar de sus venas sangre negra; y la gente dirá ¡está loca, está loca! Es una historia hermosa porque María Acosta era una pitonisa real, leía las cartas, hablaba con los pájaros y llegó a Cabimas desde Los Puertos de Altagracia, mucho antes que los ‘gringos’. Se fue de Cabimas advirtiendo que se iba a Cantarrana, una población del municipio Sucre, porque a ella no la iban a engañar”, describe Mavarez.

Ante la poca información que había en las escuelas sobre la historia del reventón -prosiguió el actor teatral- surgió en 1996 la idea de llevar la obra a los planteles educativos, para dar a conocer el petróleo como parte de nuestras raíces, identidad y creencias. “El petróleo nos trajo riquezas, pero también nos dejó como herencia una acentuada transculturación”.

También recordó detalles de aquel Congreso Cultural de Cabimas realizado en diciembre de 1970, promovido por la izquierda venezolana, que tuvo lugar en la insigne Plaza El Barroso. “El Congreso Cultural de 1970, más que un hecho cultural fue un encuentro sociopolítico de carácter nacional. El planteamiento estaba asentado sobre la búsqueda de salidas y propuestas no gubernamentales para provocar los cambios políticos que el país necesitaba”.

La actividad sirvió de marco para que se congregara un importante grupo de intelectuales, artistas, escritores, obreros, etc. Al final del encuentro se suscribió un documento con conclusiones importantes, donde se proponía las mejoras que se debían tener como ciudad petrolera; se hablaba de hacer espacios para actividades culturales. Cinco años después de ese congreso, en 1975, se creó el Consejo Nacional de la Cultura (CONAC), con el propósito de coordinar y ejecutar las políticas vinculadas a las artes y la acción cultural del país, según expuso el dramaturgo.

Mavarez acotó que el Congreso Cultural se intentó reeditar en el año 1984, cuando alrededor de 15 organizaciones no gubernamentales se reunieron para elaborar un documento, planteando la asignación de un mayor presupuesto y el equipamiento para las instituciones socioculturales de la ciudad, el cual fue más enérgico que el anterior, aunque con menos resonancia.

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