EDICIÓN ANIVERSARIA 2022

El Barroso II SIGLO DE ORO

 

Cuando de historia se trata, qué mejor que hablar con los que saben.

Dionisio Brito, profesor universitario y cronista de la ciudad cabimense, es uno de esos que saben de historia, y para él, lo que nos dejó el estallido del primer pozo petrolero en Cabimas ese diciembre de 1922, no solo dio inicio al encaje económico que le faltaba a Venezuela para comenzar a dar sus primeros pasos como un referente petrolero mundial, sino que en el caso de Cabimas le dio una conurbación de ciudad (integración de los núcleos urbanos) a una aldea en cuyo cimiento abundaba el oro negro.

Para iniciar Brito aclara que ese hecho histórico, el Reventón del Barroso II, que se resalta en las efemérides de Venezuela desde hace un siglo, no fue un hecho fortuito, sino el resultado de un esfuerzo técnico y humano del personal extranjero y venezolano instalado en el campo petrolero La Rosa para explorar sus cimientos hasta lograr los tan codiciados hallazgos de petróleo, que, según los estudios geológicos realizados, se encontraba bajo el suelo cabimense.

“Lo que no se sabía por los estudios geológicos de aquella época era que existiera tanto petróleo. Eso no estaba en sus cálculos”, sostiene Brito.

La algarabía llegó después del susto producto del estruendo escuchado cuando reventó el pozo, según el académico, y las voces de esa época decían que primero se sintió como un temblor producido por el petróleo que venía emergiendo de las entrañas del subsuelo de la zona que se explotaba y que era un campo petrolero instalado en el Hato Los Barrosos, adyacente al caserío La Rosa, que había sido comprado por la empresa petrolera Venezuela Oil Concessions (VOC) para realizar sus operaciones de exploración, que era una empresa angloholandesa, es decir, de capital británico y de la corona de Holanda.

“Tras lo sucedido y pasado el susto vino la alegría, la euforia; bailaban, lanzaban al aire las herramientas abrazándose, celebrando el tesoro que acababan de encontrar. Los vecinos del caserío La Rosa, que era prácticamente una selva, ya imaginaban el significado de este hecho y los beneficios que traería para todos”, indicó.

Recordó Brito que la historia del reventón del Barroso II es tan clave para Cabimas, que hasta esa preocupación que hubo al pasar los días y el chorro de más 30 metros de altura no se detenía, se convirtió en una tradición tan importante para la ciudad como es la procesión de San Benito, que se realiza cada año desde la catedral de Cabimas hasta la iglesia San Juan Bautista en La Rosa (como también de la catedral al sector Ambrosio, donde llegó por primera vez la imagen del “negrito”); costumbre que surgió cuando el sacerdote de la capilla local propuso traer en procesión a San Benito que estaba en el centro de Cabimas para pedirle su intercesión en aras de amainar el chorro de petróleo que durante nueve días no cesaba tras el reventón de ese 14 decembrino.

“Muchos llegaron a pensar que Cabimas nació con el petróleo, pero no fue así.  Ya Cabimas existía, con sus barrios fundacionales, La Misión, Ambrosio, Punta Icotea, el Casco Central, Pueblo Aparte, Punta Gorda y La Rosa; sin embargo, Cabimas desde el punto de vista de los estudios geográficos, era para ese entonces solo una aldea”, dijo.

Contó el cronista de la ciudad, Dionisio Brito, al referirse al tema de conocer la forma como llegó la aldea de Cabimas a posicionarse de un lugarcito en el mapa geográfico de Venezuela, que existen referencias por actas que están en el Archivo General de la Nación en Caracas firmadas por monjes capuchinos, donde se habla de la fundación el 22 de diciembre 1758 de la misión de San Antonio de Punta de Piedras, creyéndose que posteriormente se comienza a hacer referencia a Cabimas. Los frailes, ignorando el idioma o cultura de los aborígenes, les daban nombres de árboles locales a las tribus, según como estos lo pronunciaban, como cabimos, onotos y cocinas. De allí que Cabimas es una palabra caribeña de los indígenas de la zona, los arawacos, que llamaban cabimo al bálsamo del árbol copaiba, por lo tanto, fueron los monjes los que bautizaron a Cabimas; y es así como nace el nombre de esta aldea; pero ni los esfuerzos de Mario Isea cuando fue embajador de Venezuela en España, al enviar una comisión de diplomáticos venezolanos a revisar el archivo de Indias en Sevilla, valieron la pena, pues no encontraron ni una letra referente a la fundación de una ciudad de nombre Cabimas.

Para cuando se registra el reventón del Barroso II lo que se llamaba Cabimas era el centro de la aldea, que comprendía toda esa zona de La Vereda, las calles Providencia, Rosario, y ya existía su capilla de la Virgen del Rosario, que había sido construida por iniciativa de Juana Villasmil y su esposo, que se edificó en el lugar donde hoy se encuentra la Catedral, abierta a la feligresía desde 1965. “Cabimas, poblado del otrora Distrito Bolívar que comprendía desde Santa Rita, que era la capital de la entidad, hasta Bachaquero, fue una aldea con sus capillas y sus sacerdotes, sus jefes civiles, sus barrios fundacionales habitados por familias constituidas… De allí viene la anécdota local, que cuando le preguntaban a un niño, “¿y tu mamá?”, él respondía: “salió para Cabimas”, pues ella se dirigía al centro desde cualquier barriada cercana”, aclaró Dionisio Brito.

Cabimas potencial petrolero

Brito agregó a sus recuerdos que en la medida que se vino a confirmar la riqueza petrolera nacional, con los yacimientos descubiertos en Cabimas, tras el reventón, y ocho años antes, en 1914, del pozo Zumaque I en Mene Grande, se deja claro que no solamente en este sitio había petróleo, sino que además había en otras poblaciones como Tía Juana, Lagunillas, Bachaquero y en el Lago de Maracaibo.

Tras la certeza de que existían grandes yacimientos de crudo en el eje costero al oriente del Lago de Maracaibo, y ya existiendo el campo de Mene Grande, se crea el campo Costa Bolívar que comprendía las exploraciones desde Cabimas hasta Bachaquero.

Esta realidad, según expresa Brito, desprendió varias consecuencias. La primera, el fenómeno migratorio: llegó gente de todas partes porque se requería mano de obra. Vinieron de Falcón, Lara, Trujillo y del Oriente del país, especialmente desde Margarita. Esos trabajadores que llegaron requerían lugares donde vivir y es así que se da paso a la creación de nuevas barriadas ubicadas en las cercanías de los campos petroleros que se explotaban, entre ellos están el sector Gasplan, La Montañita, Corito, entre otros. Asimismo, se contó con una significativa presencia de inmigrantes que llegaron de otras partes del mundo atraídos por el petróleo, y que se sumaron a los estadounidenses, ingleses y holandeses en la explotación petrolera, como fueron los obreros trinitarios, curazoleños y de otras islas del Caribe. Más tarde, arribaron para desarrollar el comercio italianos y árabes (sirios y libaneses), después llegarían unos cuantos españoles y portugueses, y ya en la segunda parte del siglo 20 los de nacionalidad asiática. No puede olvidarse que colombianos, peruanos, ecuatorianos y chilenos también ingresaron al país, principalmente los vecinos de la hermana república de Colombia, que se convirtieron en la población de inmigrantes más grande de Venezuela.

Al descubrir petróleo no solo en tierra sino también en el lago, son las costas de Lagunillas la vedette de la explotación lacustre, y la migración comienza a moverse hacia esas zonas; por eso, la mayoría de los margariteños se instalaron en Lagunillas, porque sabían nadar, eran duchos en el trabajo del marino.

“Estos extranjeros dejaron en Cabimas su huella; un buen ejemplo son instituciones como el Colegio ítalo-venezolano Juan XXIII y el Club ítalo próximo a cumplir 70 años, además del desaparecido Club Árabe, así como barrios consolidados, costumbres, entre otras cosas”, resaltó el cronista.

 

Transformación espacial

El desarrollo progresivo obtenido por aquella aldea poco a poco la transformaba en una importante ciudad, empezando por los barrios que se constituyeron a raíz de la actividad petrolera. Tierra Negra, primer barrio urbano de Cabimas, y consecuentemente Delicias Nuevas, Delicias Viejas…

Brito acota que, por otra parte, quedó la impronta de una nomenclatura petrolera creciente. Nombres de barrios como Gasplan, en referencia a una planta de gas que existía en el lugar donde algunos trabajadores petroleros comenzaban a edificar viviendas para sus familias. También utilizaron la nomenclatura de los pozos, entre ellos los barrios R1, R5, R10. Luego, según el avance de su crecimiento urbanístico, se agregaron otros barrios hacia la carretera Lara Zulia, H7 y H5, que eran nomenclaturas de los tanques de almacenamiento de petróleo que se instalaron en esa zona.

Cabimas era una ciudad petrolera que crecía primero con el nacimiento de los barrios que se fueron construyendo en la cercanía de los yacimientos petroleros, y segundo con la inversión de las empresas petroleras en infraestructura social como campos residenciales, escuelas, liceos, instalaciones deportivas, que, tras décadas de haberse construido, aún se conservan.

La gerencia social de empresas como la Creole, la Mene Grande y la Shell fueron clave para este desarrollo social construyendo urbanismos, entre ellos los campos residenciales Miraflores, El Campito o Campo Refinería, identificado así porque allí operaba una pequeña refinería. También las insignes urbanizaciones construidas por la Shell, Las 40 y La Rosa; y las de la Creole como Concordia con calles que invitan a la fraternidad, calle flores, unión, progreso; campo América, cuyas calles llevan los nombres de los países que libertó Bolívar; sumándose luego Campo Boyacá o las 25, Campo blanco; las Cúpulas y Hollywood.

Instalaciones deportivas de altura como el Complejo Deportivo Venoil, que próximamente cumplirá 80 años, y que fue inaugurado para realizar las olimpiadas Shell, es un ejemplo de la calidad de las infraestructuras edificadas en Cabimas tras la explotación petrolera. Otro buen ejemplo es la escuela Rafael María Baralt con 80 años de fundada, construida por la Shell en los años ‘40.

Agregó Brito que donde funciona actualmente la sede de la extensión de Ingeniería de La Universidad del Zulia, fue una infraestructura construida por la empresa Shell, al igual que donde funciona el decanato de LUZ en el sector Las 40.

“Todos los Gobiernos colaboraron para completar ese desarrollo, aunque tuvieron que pelear duro con las petroleras que eran las que ostentaban el poder económico en ese entonces, por lo que también se construyeron urbanismos con recursos del Estado como Barrio Obrero y El Solito. Se construyó el primer hospital que en la actualidad es sede del rectorado de la Universidad Nacional Experimental Rafael María Baralt (Unermb), cuyo director fundador fue el doctor Alfonso Reinoso. La Casa de la Cultura en los años ‘40, proyecto entregado por el presidente Isaías Medina Angarita, quien también entregó otras obras sociales como la escuela Manuel Méndez en el año 1945, que serviría primero de sede al liceo Hermágoras Chávez. Bajo su mandato también se inauguraría la sede del Sindicato de Trabajadores Petroleros (SOEP) en la calle Providencia. Se recuerda como anécdota que Medina Angarita se echó dos cervezas con los trabajadores y fue recibido con aplausos en la Plaza Bolívar, siendo el primer presidente que vino a Cabimas en visita oficial; aunque dicen que el presidente Eleazar López Contreras también vino, pero calladito”, sostiene con orgullo el profesor Brito.

Refiere Brito que  el presidente Juan Vicente Gómez, que gobernaba el país para 1914 cuando se dan los primeros descubrimientos petrolíferos en Venezuela con el reventón del Zumaque I en Mene Grande y luego con los descubrimientos en Cabimas en 1922, exigió a las empresas petroleras instaladas en el país la construcción de escuelas, hospitales y viviendas para beneficio de los pobladores de esos caseríos donde realizaban sus labores de explotación, y de este modo se inició el desarrollo de estas ciudades.

A pesar de que era obvio que el petróleo trajera progreso al país y por ende a los pueblos donde se encontraban los yacimientos petrolíferos, no siempre fue así. La historia universal atestigua poblaciones que se convirtieron en nada una vez que se agotaban los yacimientos y las áreas en su entorno eran desactivadas, como ocurrió, por ejemplo, con Tasajeras en Lagunillas, que fue un centro de gran movimiento petrolero y terminó con cuatro casas viejas. Esto no lo ignoraban un grueso número de los habitantes de Cabimas.

“La preocupación que tuvieron los cabimeros en esa época fue tan esencial para su desarrollo, que cuando aquí terminase la actividad petrolera tendría que quedar solo las ruinas como las descritas por el célebre novelista venezolano Miguel Otero Silva, en su obra literaria Casas Muertas, para referirse a la desolación que reinó en la agreste e histórica ciudad Ortiz en el estado Guárico, tras ser atacada por la fiebre española; sin embargo, no será así porque hay una ciudad fortalecida estructuralmente”, explicó Brito.

Toda Venezuela fue beneficiada con los ingresos petroleros, y con Cabimas en la punta del iceberg, Lagunillas, Tía Juana y Bachaquero resultaron igualmente favorecidas con la explotación petrolera, ya que lograron su autonomía geográfica, se crearon nuevas ciudades como Ciudad Ojeda, mejoraron los servicios públicos, entre otras preminencias.

Brito destacó la entereza con la que el presidente del Concejo Municipal del Distrito Bolívar, José Bauza, enfrentó la poca diligencia de las empresas petroleras ya nacionalizadas para resolver los problemas sociales de la población, por lo que, exaltado y cansado de la falta de respuestas inmediatas, le dijo en cierta ocasión airadamente a los gerentes de Lagoven: “es que ustedes parecen peor que los gringos. Reconozco que con los gringos consigo más cosas que con ustedes, porque se supone que la industria está nacionalizada, y se supone que está al servicio del país y cómo cuesta lidiar con ustedes para conseguir el dinero que se requiere, para que paguen, para que tramiten”. Ante la insistencia del dirigente político, la empresa terminó dándole respuestas positivas a las exigencias de Bauza para el mejoramiento de las garantías sociales de Cabimas.

Un pozo monumental

En conclusión, queda sentado en la exposición del cronista Dionisio Brito, que el Barroso II fue clave en el crecimiento económico del país, un baluarte incalculable para su economía, porque confirmó el potencial de exportación de crudo que existía en Venezuela; porque no fue solo el pozo que dio pie a la explotación masiva de crudo sino una franja petrolífera extensa y pujante.

Años después de que el Barroso II quedó inactivo, fue marginado, de tal manera que pasaron unos 40 años para que, por iniciativa del profesor de la Universidad Central de Venezuela, Orlando Méndez, descubriera, tras exhaustivos estudios en 1976, el lugar exacto donde en otrora se encontraba el histórico pozo. Las válvulas básicas de perforación fueron localizadas en un improvisado sanitario de una vivienda. Tras certificarse el lugar del histórico reventón, el Concejo Municipal del Distrito Bolívar construyó allí una plaza en su honor, con un balancín conmemorativo en el centro, que fue inaugurada el 22 de diciembre de 1980 por el presidente Luis Herrera Campíns. En el año 2013-2014 la plaza fue remodelada y restaurada por Pdvsa la Estancia, y convertida en el moderno Parque del Monumento al Barroso II, ubicado en el sector el Gasplan de la parroquia La Rosa, en la Avenida Intercomunal, entre carreteras K y L.

“No ha habido un acontecimiento tan sorprendente e impactante en Venezuela que supere el reventón del Barroso II”, asentó el cronista Dionisio Brito.

 

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