ANIVERSARIO 2022EDICIÓN ANIVERSARIA 2022

El Barroso II SIGLO DE ORO

 

Autor Desconocido

Cortesía Jesús «Blem» Urribarrí

En 1922 inició en Venezuela una estruendosa revolución económica y sociocultural, el detonante: un reventón. El reventón de un pozo petrolero en el caserío La Rosa del actual municipio Cabimas del estado Zulia, que este 14 de diciembre de 2022 alcanza un siglo de historia.

La joya de la corona venezolana: una cabria signada con el nombre de Barroso II, que a la postre succionaría del suelo cabimense, para ese entonces Distrito Bolívar, 264 metros cúbicos de petróleo cada día por nueve años, y cuya comercialización cambiaría la historia de este país sudamericano, donde brotó de sus cimientos un exquisito mene, garante de enormes riquezas para el soñado desarrollo de estos pequeños pueblos costeros.

La noticia del reventón del Barroso II se expandió por el mundo, y Cabimas fue noticia por mucho tiempo. Los grandes titulares del New York Times los acaparaba un remoto pueblito del Zulia,  que se negó a creer en los presagios de la vidente María Acosta, quien, según cuenta una leyenda transmitida de generación en generación, llegó misteriosamente a Cabimas por el norte de Punta Icotea, tres décadas antes de dicho reventón, y se instaló en el caserío Pueblo Aparte del sector Ambrosio; desde donde advertía, basada en su asertividad proveniente de sus sueños de locura y pláticas con las paraulatas y cristofués, “la llegada de hombres altos, catires, con enormes botas, que abrirían huecos en la tierra de donde brotaría un chorro negro”.

La historia petrolera nacional comenzó a contarse bajo el mandato del dictador venezolano Juan Vicente Gómez, quien gobernaba el país cuando se inició la explotación de este valioso recurso mineral por las compañías que tenían las concesiones para escudriñar en los cimientos zulianos en busca del tesoro costero: EL PETRÓLEO.

El caserío La Rosa representaba para la compañía petrolera Venezuelan Oil Concessions (VOC), establecida el 23 de mayo de 1913 en Venezuela para operar la concesión dada en 1904 por el gobierno de Cipriano Castro a Antonio Aranguren en los distritos Bolívar y Maracaibo del estado Zulia. Según los estudios geológicos, explotarían una codiciada mina petrolera donde existían enormes yacimientos de crudo. Era el Barroso II o R-4, el cuarto pozo perforado por la compañía en las inmediaciones del Distrito Bolívar, identificados como Santa Barbara I y II, Barroso I y II, o por las nomenclaturas R-1, R-2, R-3 y R-4.

La ubicación de aquella cabria que albergaba la esperanza económica y social de un hermoso país era una zona selvática del hato Los Barrosos en el sector La Rosa de Cabimas. Sobre sus pantanosas tierras, el Barroso II simulaba un faro luminoso a punto de aclararle el paso a un país sediento de crecimiento y de progreso.

El Barroso II se perforaba muy cerca del Barroso I, cuya exploración había resultado infructuosa. La fiebre del oro negro avanzaba de forma agresiva en las costas zulianas, luego que el pozo Zumaque I, ubicado en el cerro La Estrella de Mene Grande, había hecho lo suyo ocho años antes al rugir como los buenos, sacando a la superficie 264 barriles de crudo diarios; ahora el Barroso II le sumaba a esa producción otros 264 barriles diarios de crudo de 18° API en flujo natural, uno de los mejores en el mundo.

Bajo la supervisión del británico George Brake, unos cuantos obreros en su mayoría curazaleños, trabajaron alrededor de ocho meses sin descanso para hacer retumbar el subsuelo de la zona que exploraba la VOC, y donde finalmente a las 4:30 de la madrugada de ese 14 de diciembre de 1922, cuando los cabimenses se preparaban para festejar sus fiestas decembrinas, estalló el pozo de donde emanó un chorro de crudo de unos 40 metros de altura. Brake, como jefe de perforación y por orden de la VOC, estaba seguro de lo que buscaban en el subsuelo del caserío La Rosa. Allí erigieron, luego de los respectivos estudios geológicos, la imponente cabria hecha con maderos y taladros de percusión. Y esa madrugada solo se dejaban escuchar los gritos de algunos vigilantes advirtiendo ¡Míster Brake, Míster Brake!, llamando aterrorizados a su jefe para que observara lo que estaba ocurriendo: un descontrolado chorro negro elevado, que no permitía en ese momento, por la tribulación, entender el significado de lo que estaba a punto de ocurrir en el país desde ese humilde poblado.

Puede que míster Brake, simulando a María Acosta, haya visto antes en uno de sus sueños un aglutinamiento de figuras negras danzando al compás de tambores y chimbangueles, tratando de apaciguar la bravura de una tierra que se sentía vulnerada por enormes cabrias de madera que aparentaban los molinos de vientos de don Quijote trasfigurados en gigantes guerreros, esta vez no tan endebles para enfrentar un hidalgo solitario y su escudero sino las ansias de riqueza de un gobierno, de un país y de toda una legión extranjera.

En Cabimas no brillaría solo el oro negro, sino que también se vivió un crecimiento social y cultural a gran escala, cimentado por un desarrollo urbanístico vertiginoso y una transculturación ejemplarizada en un alza demográfico, construcción de grandes campos residenciales petroleros y una enorme y tradicional procesión religiosa encabezada por una esfinge de San Benito de Palermo, que pasó a ser el protector del sector petrolero desde que por una acción milagrosa escuchó y atendió la petición de un pueblo que imploraba el cese del enorme chorro negro y viscoso que incesantemente por 9 días brotaba del Barroso II, luego que de su estallido aquella madrugada decembrina, y que amenazaba con teñir de negro todo un pueblo costero lleno de tradición y gente afable que habitaba el conglomerado situado alrededor del Hato Los Barrosos. Este culto al Santo Negro, que llegó a la zona desde el pueblo costero de Bobures, y que obtuvo relevancia al lograr amainar alrededor de 100 barriles diarios de crudo que brotaba del Barroso tras su aparatosa activación, dio origen a una de las más numerosas procesiones religiosas que se realizan en Venezuela.

No solo esta es la historia de un reventón petrolero de la hoy centenaria cabría El Barroso II, sino la historia de cambios sociales, culturales y económicos del alrededor de 5 mil personas que habitaban la zona, población que aumentaría rápidamente, y ya para 1926 la cifra se elevaba a 25 mil vecinos, sugestionados por la creencia de tener en su poder “la gallinita de los huevos de oro”, aunque a la postre, la gallinita tuvo otros dueños, y la historia de esta gente cambiaría solo en ínfimos aspectos. Pasaron años para que al menos fuesen reconocidos como los verdaderos artífices del crecimiento económico y social venezolano.

En los siguientes años se perforarían cientos de pozos para explotar el campo La Rosa, y se descubrieron las áreas vecinas de Tía Juana, Lagunillas y Bachaquero que se proyectaban al Lago de Maracaibo, resultando el gigante Campo Costanero Bolívar uno de los mayores a nivel mundial.

Así fue como se ideó el principio de esta historia centenaria llena de anécdotas, puntos de encuentro y sobre todo de abundante riqueza petrolera. Hoy, para los cabimenses, el centenario reventón del pozo petrolero Barroso II, no es más que un hermoso y recreativo monumento, ubicado en pleno centro de la parroquia La Rosa en el sector El Gasplan, rodeado de comunidades con sus dificultades, reclamos y una deuda social con ellas. Cabimas quiere respuestas a lo que significó para el país, que silente y agradecida dejara que sus suelos fuesen penetrados hasta hacerlos vomitar toneladas de petróleo, sinónimo de riquezas, crecimiento y sobre todo cultura.

En las dos primeras décadas después del reventón se pensaron y alentaron muchos anhelos, en las siguientes dos había esperanza, las cuatro siguientes servirían para promesas incumplidas, alcanzar puestos políticos, fama artística y demás cosas, y las últimas dos para tener la certeza de que el olvido ya forma parte de esta brillante y viscosa historia.

Por todo esto, urge retomar la iniciativa de aquel congreso cultural de Cabimas de 1970 con personeros del ámbito sociocultural del país, y declarar que “Cabimas además de generar riquezas al país a través de  la producción petrolera también es asidero de trabajadores, intelectuales y campesinos unidos para luchar por las exigencias de su pueblo, y profundizar con su participación en el debate público y en la acción creadora de un auténtico frente de fuerzas populares y profesionales por una Venezuela independiente económicamente, una Zulia progresista y una Costa Oriental del Lago gozando del fruto de sus fértiles tierras”.

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