OPINIÓN

EL FIN DE LA VIDA TERRENAL

POR: DR. ALIRIO FIGUEROA ZAVALA 

 Siguiendo con mis reflexiones en estos días de cuarentena, y dado que muchas personas amigas y conocidas han fallecido, sobre todo médicos que dedicaron su vida para prestar un buen servicio de salud, he creído conveniente referirme al fin de la vida terrenal. Nadie quiere morir, pero y tal como lo dijo Seneca: “La vida no es más que un breve viaje hacia la muerte”, y aunque se trata, de un hecho inexorable son muy pocos los que se atreven a enfrentarla. La gran mayoría, y dejaríamos de ser humano sino fuese así, evita pensar en esa hora aciaga que nos espera en un futuro, que puede estar cercano o lejano, pero que siempre resulta impostergable. Vivamos el momento, nos decimos y eso que debe ocurrir que nos tome por sorpresa. Ciertamente la vida tiene su principio cuando nacemos, tiene su desarrollo cuando cumplimos una finalidad en lo posible clara y constructiva, y tiene su fin cuando Dios a través de la naturaleza, nos dice que el tiempo dado se agota. Durante la vida que de acuerdo a las edades tiene varias etapas como son la niñez, juventud, edad madura, vejez y la senectud, debemos actuar con mucha rectitud y responsabilidad sobre todo lo relacionado con la salud y aceptar que va concluyendo el proceso de nacer y morir. La muerte, después de haber cumplido nuestro papel en nuestra vida, es un puerto al cual tarde o temprano, todos debemos llegar. Es el obligado abandono de un mundo terrenal donde son muchas las repercusiones que dejamos, de acuerdo a nuestro comportamiento, para un concluir de avatares y vicisitudes, y dejar que se nos juzgue por lo bueno y malo que hayamos hecho por los demás y por la comunidad, y que nuestro espíritu continúe su viaje al lugar que Dios le destine. Cuando alguien fallece, quienes creen en la existencia del alma y su trascendencia, están seguros que la energía vital de cada quien escapa del ya inútil envase corpóreo y, por un tiempo al menos flotara incierta como lo hace el aroma de un perfume en el ambiente. Según los místicos, la permanencia y eventual transfiguración de tal esencia incorpórea podría depender de dos factores: El primero,  el menor, será la intensidad con al cual nos piensen quienes amaron y apreciaron lo que fuimos en vida, sosteniendo así al anima en esa etapa ingrávida y crucial. El segundo y mucho más importante es la forma como, también en vida, esa persona fallecida nutrió y fortaleció su llamada esencia astral. En fin, no hay que sentir dolor de ausencia, porque quizás como dice el poeta, lo que más amáis en el o en ella está más claro en su ausencia; y todo lo que somos, nuestros pasiones, esperanzas, sueños y carácter, pasara a nuestros hijos.  


Individuo de número de la Academia

 de Ciencias Jurídicas del Estado Zulia 

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