ANIVERSARIO

El mundo al revés

Rafael David Sulbarán

Cuando uno se gradúa, sobre todo en la universidad, se cree dueño del mundo. El mejor en tu área, pero al rato te das cuenta de que eres un profesional más y que debes luchar por un puesto de trabajo. Son pocos los privilegiados que hallan, incluso antes de la toga y el birrete, una silla y que su apellido esté en la nómina.

En mi caso rodé un rato antes de comenzar a ejercer formalmente como periodista.

Un recordado profesor me recomendó en el departamento de prensa del Centro de Arte de Maracaibo Lía Bermúdez. Su hermano era el director, así que pensé, tendría una buena referencia. Apenas tenía dos meses de graduado y nunca había sido parte de una nómina en mi vida.

Me alisté para la cita. Mi tío me dio la cola desde Cabimas y llegué puntual. Me recibe la que sería mi jefa, me lleva a una oficina donde empieza a hacerme preguntas con mi hoja de vida en mano. Una de las cosas que me llamó la atención es que la señorita me aclaró que como tenía muy poca experiencia, ganaría como si fuera un pasante universitario y no un periodista con título. Algo injusto ¿verdad? Sobre todo, tomando en cuenta las actividades que realizaría: yo debía encargarme de redactar correos electrónicos a periodistas y medios de comunicación regionales y nacionales, manejar la agenda semanal, escribir un boletín y organizar un pocotón de cosas más como ruedas de prensa y logística para periodistas asistentes o cualquiera otra cosa.

Pero bueno, total, uno muchacho, recién graduado, al ver esa posibilidad de trabajo no se niega y el sueldo queda en un segundo plano, sobre todo tomando en cuenta que en 2006 Venezuela todavía se encontraba en pie.

Luego de explicarme todas las labores que debía realizar, la señorita me lleva hasta la oficina de recursos humanos, donde me explican que me llamarían muy pronto, que solo faltaba redactar el contrato y listo. Yo me emocioné, dije: listo, ya tengo trabajo. Mi ya indiscutible jefa me hizo un recorrido por las oficinas y hasta me enseñó la papelera donde debía botar la basura.

Yo salí feliz de ahí, con un trabajo amarrado, con visión de mudarme a Maracaibo, soñando en poder empezar a reunir para tener mis cosas, arrancar mi carrera, así no fuera directamente haciendo periodismo.

Los días pasaron y estaba ansioso por la llamada. Una semana, dos semanas. Me asusté. Dije: ¿será que les olvidó? Luego me daba ánimos diciendo: tranquilo, seguro es parte del proceso. Tercera semana y no aguanté, llamé directo a la oficina.

Me atendió la posible jefa. Yo todo tímido, le pregunto sobre el contrato que ya había pasado casi un mes y no me habían llamado. Su respuesta nunca se me olvida: “No Rafael, lo siento, pero ya el puesto está ocupado. Revisamos bien tu perfil, pero tú no eres un periodista impreso, necesitamos quien escriba bastante y bueno, ya conseguimos a un muchacho”.

Eso me dejó frío. Mi título es licenciado en comunicación social, mención desarrollo social. En nuestra carrera vemos todas las áreas del periodismo, es integral pues, y claro que escribía y había hecho pasantías en un semanario…pero bueno, qué más. No entendía por qué me habían enseñado hasta el sitio donde debía guardar la vianda para luego dejarme esperando.

Bueno, tragué fuerte y seguí en lo mío buscando empleo. Para no perder el ritmo, alquilé un espacio en una emisora radial de Cabimas y allí me entretuve, varios meses. Hasta que un día, recibo una llamada.

Era la secretaria de un periódico. Me pregunta si estaba desempleado y que sí sabía manejar una cámara fotográfica. Por supuesto respondí que sí. La siguiente semana acudí a la entrevista. El jefe de redacción me realizó varias preguntas las cuales contesté seguro, pero con el temor de quedarme esperando de nuevo esa llamada de trabajo seguro. ¿Sí no me contrató el Lía Bermúdez por no ser un periodista impreso, por qué lo haría este periódico? Las probabilidades estaban en mi contra, al menos eso creía.

Pero lo que es del cura va para la iglesia, reza el trillado dicho. Pues me llamaron, me dieron un contrato, una cámara y comencé mi carrera formal como periodista.

Irónico ¿no? No me contrató un Centro de Arte por no ser un “periodista impreso”, pero uno de los diarios más importantes del Zulia no dudó incluirme en sus filas…el mudo al revés pues.

Comencé tomando muchas fotos, pero gracias a Dios mis jefes se dieron cuenta que podía escribir y acá estoy, redactando este artículo para el aniversario número 30 del diario El Regional del Zulia: mi casa por ocho años. Donde aprendí a manejar una cámara, a enfocar mejor una noticia. Acá me enseñaron los primeros pasos en la crónica y a editar un periódico. Acá pude reunir, ahorrar dinero y tener lo mío. Acá hice grandes amigos inolvidables. Acá comprendí que en la prensa se trabaja duro y me di cuenta finalmente de que el periodismo es uno de nuestros grandes valores. Acá aprendí a querer más a mi tierra.

Gracias Regional del Zulia por estos años de aprendizaje. Felicidades en tu nuevo cumpleaños, eres un baluarte de la Costa oriental del Lago y a pesar de la adversidad sigues allí, informando sin tapujos, sin estereotipos, sin autocensura, valiente como siempre.

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