OPINIÓN

HUMANIZAR EL MUNDO 3

POR: P. JOSÉ ANDRÉS BRAVO H.

Para comprender el gran desafío de nuestra misión evangelizadora de humanizar el mundo, nos ayudará volver a interrogar a la Constitución Pastoral Gaudium et spes (GS) del Vaticano II. Ahí la Iglesia se autocomprende como servidora de la humanidad, «se siente verdadera e íntimamente solidaria del género humano y de su historia» (GS 1). Pero el servicio es al hombre concreto: «Es la persona humana la que hay que salvar, y es la sociedad humana la que hay que renovar… el hombre todo entero, cuerpo y alma, corazón y conciencia, inteligencia y voluntad… (La Iglesia) ofrece (su servicio solidario) a todo el género humano… para forjar la fraternidad universal que corresponde a esta vocación» (GS 3). Incluyendo los cambios profundos, los del orden social, sin dejar a un lado los cambios psicológicos, morales y religiosos. Es la persona humana con los desequilibrios y sus aspiraciones.

Servir es humanizar a la persona que se pregunta: «¿Qué es el hombre? ¿Cuál es el sentido del dolor, del mal, de la muerte, que, a pesar de tantos progresos, continúa subsistiendo? ¿Para qué aquellas victorias logradas a un precio tan caro? ¿Qué puede el hombre aportar a la sociedad? ¿Qué puede esperar de ella? ¿Qué seguirá después de esta vida terrena?» (GS 10). Como lo diría el Papa Pablo VI en la Evangelii nuntiandi 31: «El hombre que hay que evangelizar no es un ser abstracto, sino un ser sujeto a los problemas sociales y económicos».

En alguna parte leí que la humanidad actual es light: «Comida sin calorías y sin grasas, cerveza sin alcohol, azúcar sin glucosa, tabaco sin nicotina, cocacola sin cafeína y sin azúcar, mantequilla sin grasa… Lo grave de todo esto es que se está pasando al hombre, formando una cultura light: un hombre sin valores, sin sustancia, sin contenido, con escasa educación humana, entregado a la superficialidad, a la ligereza, a lo banal». El desafío evangelizador es más urgente. Debemos inyectar en las venas de la humanidad las virtudes del Evangelio de Jesús para que colmen los corazones y, así, encuentren motivos para vivir la entrega en el amor hasta el sacrificio de la Cruz. Todos necesitamos crecer en ética y en espiritualidad.

El Papa Francisco nos enseña, por su parte, la dimensión social de la evangelización (Evangelii Gaudium EG 176-258): «En el corazón mismo del Evangelio está la vida comunitaria y el compromiso con los otros» (EG 177). Humanizar significa alimentar la conciencia humana de la verdad de que, cuando el Hijo de Dios se hace carne y habita entre nosotros, nos convierte en hijos del Padre Eterno. Todo ser humano se dignifica y se hace eterno cuando Cristo se hace humano. La dignidad de hijos de Dios es una verdad que trasciende al mundo para construir la fraternidad. Dios, que se encuentra con nosotros cuando se humaniza, nos eleva a su naturaleza divina. Somos fruto del amor salvador que nos atrae hasta la eternidad. Porque somos humanos, Dios nos ama. No puede ser de otra manera porque Él mismo nos creó.

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