POR ENRIQUE OCHOA ANTICH
—Estos trúhanes a nadie le hubieran traspasado el gobierno.
—Con otro candidato (quién sabe si Rosales, por ejemplo) es probable que lo hubiesen hecho.
Quien dice lo primero huye escaleras arriba y esquiva el debate. Quien razona lo segundo se sume en una fatal incertitud.
Tal vez la mayor desgracia, acaso el mayor percance del 28J es que dejó en el aire esta duda lacerante sin aclaración posible.
Las conjeturas intangibles
Ambos razonamientos son sólo hipótesis que requieren aún ser comprobadas. Acogerse a cualquiera de ellas es asunto de fe, de creencia casi religiosa, más que de razón.
Unos creen en la primera sentencia a pie juntillas y justifican en ella sus melancólicas apelaciones a golpes militares, su penosa procura de intervenciones mercenarias, y se quedan momificados en la lógica absurda de no pasar la página hasta que el partido-Estado reconozca que fue derrotado y les entregue las llaves de Miraflores envueltas en celofán y con un lacito de seda arriba. Viven engoznados en un presente eterno sin principio ni fin. Ninguna culpa agobia sus conciencias. Cero autocrítica de nada.
Los otros sienten el pálpito perturbador de que si se hubiese escogido a un candidato que contase de antemano con la aquiescencia del gobierno, si se hubiesen revocado las ignominiosas recompensas gringas, si se hubiesen levantado todas las sanciones, si se hubiese dado por finiquitado el juicio en la CPI con la única sentencia posible: la de una responsabilidad política pero no penal del presidente Maduro, si se le hubiese asegurado a los jefes del chavismo que en un gobierno alternativo de unidad nacional tanto el ministerio de la Defensa como el ministerio de Interior y Justicia (Fuerza Armada y policías) seguirían bajo su mando (como hicieron Solidaridad y los comunistas en Polonia durante dos años), si se hubiese acordado una ley de amnistía para ambos lados del espectro nacional acerca de todos los delitos con ocasión de hechos políticos (excepto el homicidio) cometidos entre 1998 y 2024, todo esto para comenzar, acaso el resultado del 28J habría sido otro. Pero como me suele espetar Ricardo Ríos, esto es puro pretérito pluscuamperfecto del subjuntivo. La abuela, la bicicleta y las ruedas, ya sabemos. Eso que Betancourt llamaba futurología retrospectiva. Si las cosas no hubiesen sido como fueron habrían sido de otra manera.
La protuberante vocación totalitaria que las minorías del poder no se cansan de desplegar como pendón distintivo, su obsceno cinismo convertido en política de Estado, la violación flagrante del espíritu de la Constitución por el presidente Maduro y sus adláteres, parecen confirmar la primera hipótesis, pero no son prueba fehaciente e irrefutable de ninguna verdad.
Que hayan dejado inscribirse a Rosales a un cuarto para las 12 y horas después le hayan autorizado el uso de la tarjeta de la MUD, abona en favor de la segunda, pero tampoco demuestra nada.
En fin…
De suerte que ambos razonamientos: uno: “de ninguna forma hubiesen entregado” (de donde se deduce la tonta máxima: “dictadura no sale con votos”); dos: “con otro candidato y un vasto acuerdo previo sí lo hubiesen hecho”, son argumentos de igual validez lógica en cualquier controversia opositora. Por tanto, sirven de poco. De esta suerte, el 28J dejó viva la duda a que apunta la segunda hipótesis.
Los hechos tangibles
La duda se hace más torturante cuando se verifica lo que sí no tiene discusión posible (como me subraya el amigo Agustín Berríos): que la oposición PUD-EEUU hicieron exactamente lo contrario para despejar la cuestión, a saber:
- Se objetó por “pusilánime” y “colaboracionista” la tesis de seleccionar un candidato que contase con la aquiescencia del gobierno y antes por el contrario se postuló a quien más rechazaba, inveterada proponente de rebeliones callejeras violentas, golpes militares, sanciones económicas e intervenciones militares extranjeras.
- La candidata de la oposición comenzó la campaña con esta perla: «Maduro, ven pa’cá, yo lo que quiero es verte preso»: ¿esta “gracia” no basta por sí sola para comprender la reacción del régimen autoritario?
- Cuando parecía que el gobierno aceptaba a Rosales, el extremismo opositor destruyó su candidatura con una campaña infame.
- Luego se dejó saber por todas las vías que EGU no ejercería la presidencia sino su «titiritera».
- Se mantuvo viva la AN 2015.
- Ni por asomo se consideró la posibilidad de abolir las recompensas gringas, levantar todas las sanciones y clausurar juicios internacionales.
Para mayor redundancia, que parece confirmar las peores sospechas y que cierra por lo pronto hoy cualquier posibilidad de apertura y de acuerdo:
- Luego ex post facto, una lideresa opositora dijo que les ofrecía a Maduro y cía. «salvoconductos», o sea, exilio.
- Después emite una carta a los militares pidiéndoles un golpe de Estado.
- Una y otra vez ruega, de hinojos a las puertas del Departamento de Estado, una intervención militar extranjera.
Todo esto no es hipótesis sino un hecho tangible y comprobable que propicia la duda y desbrujula a la oposición. Puede discutirse si es creíble o no la disposición chavista a admitir la alternancia republicana, pero lo que está claro es que en estas circunstancias: amenazas de cárcel, recompensas, juicios internacionales, sanciones, un régimen autoritario de partido-Estado está impelido a hacer cuanto haya menester (incluido el fraude electoral) para no abandonar el poder. En esta perspectiva, el escamoteo del 28J tuvo una corresponsabilidad opositora irrebatible. Al no labrar por anticipado el acuerdo necesario, lo que debió hacerse con un lustro de anticipación, el extremismo convirtió en derrota política lo que era una victoria electoral cantada. Esa “meta móvil” que alguna mano extremista aleja cada vez que la oposición parece acercarse a ella, esa engañifa para bobos, este espejismo a ras del desierto, el fata morgana del “Hasta el final”, tiene ahora el 10E una prueba de fuego concluyente. Lástima que sus proponentes no tengan la humildad de reconocer su fallo y hacerse a un lado una vez que se demuestre por enésima vez su error.
Los de 30 y 40
Frente a toda esta estrategia subversiva de fuerza, un régimen de partido-Estado como éste, lógicamente juega «cuadro cerrado». Es por lo que este cronista sabía de antemano que su candidatura al cargo de Defensor del Pueblo tenía tan sólo un valor testimonial: una invitación al gobierno a la apertura necesaria; y un mensaje a la oposición: la pelea sigue, hay que reconstruir la ruta democrática (voto y acuerdo previo). Pero el gobierno autoritario no puede permitir que en su ecosistema político se desplace ni un solo electrón libre.
Por momentos tengo la sospecha de que reconstruir de sus cenizas la ruta democrática, luego del daño profundo que le ocasionaron ambos polos el 28J, es ya una tarea para los de 30 y los de 40… y tal vez para los de 50 y 60 si se apresuran… pues forjado entre gobierno y oposición este laberinto de espejos en que la nación se halla extraviada, se necesita tener por delante una década o década y media para desmadejar el ovillo de nuestro enmarañado destino. La sombra de la hegemonía chaviana se alarga sobre esta simulación de república que somos, sumida en el pantano de la camorra infecunda. Apaleada, devastada, escarnecida, la nación contempla cómo sus propios errores, sus votos erráticos, sus estúpidas devociones caudillescas, y sus patéticas adhesiones emocionales, la condenaron a la pobreza y la ruina. Hora de sacar cuentas y aprender la lección.
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