miércoles, mayo 1, 2024
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La Palabra salva

Un reclamo a tiempo, un discurso bien dirigido, un grito que alerte, una verdad que aclare o una mentira que oscurezca, un argumento que manipule o enajene…todas son palabras que si las usas bien o mal pueden salvar o hundir mundos.

Si hemos dicho que son las palabras bien dichas las que cambian todo tipo de situaciones; digámoslas, preparémonos para decirlas y digámoslas fuertes, que se escuchen desde la Patagonia al Antártida.

En estos tiempos de guerra cercana, esas palabras deben decirse, y decirse fuertes.

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Hoy me quiero referir, desde mi punto de vista, a la guerra entre Rusia y Ucrania. Está claro que ahí pasa algo que todos conocen y de lo que muy pocos hablan, y es que estamos frente a un nuevo episodio de David contra Goliat, pero en esta ocasión el neo David no dispara piedras sino sendos ataques de alto alcance con su sistema de misiles javelin, entregados meses antes por el gobierno de Joe Biden a Volodímir Zelenski, entre otros armamentos, al que además también el Reino Unido y la OTAN le han facilitado armas para la defensa de Ucrania.

Esta nueva guerra, para mí es sólo una lucha de interés entre potencias, utilizando el reclamo de los territorios que buscan su independencia, como excusa.

El ejemplo del pueblo ucraniano es épico. Un país de 43.13 millones de habitantes, de los cuales casi 4 millones ya abandonaron la nación, se defiende con la protección de Alá, y resiste lo que sería una operación militar especial exitosa, tras ordenarse un ataque por todos los flancos (aire, mar y tierra), contra un país militarmente inferior.

En la declaración institucional previa a la invasión de Ucrania, Vladimir Putin, explicó cuál era la intención del Gobierno ruso. «El objetivo es proteger a las personas que son objeto de abusos y del genocidio del régimen de Kiev durante ocho años, y para ello buscaremos desmilitarizar y desnazificar Ucrania», expuso Putin.

Ni una parte del objetivo ruso aún se cumple, contrariamente lo que ha dejado la cruenta invasión ha sido centenares de civiles muertos esparcidos en varios pueblos ucranianos, edificios desechos y un presidente bailarín envalentonado, que, si logra sobrevivir a esta guerra, será el nuevo líder del continente europeo.

Sólo el pasado domingo 3 de abril se mostraba en las calles de Bucha, Irpin y Hostomel a las afueras de Kiev, una dantesca barbarie al descubierto, dando pie a comenzar a fraguarse un juicio contra el Kremlin por crímenes de guerra. Lo que vemos con estupor a través de los medios informativos, son decenas de muertos, y ciudades dinamitadas por el ejército ruso, que ante la defensa ucraniana han sido repelidos de algunas ciudades, no sin antes dejar tras ellos una estela de muerte y terror. Diríamos que son gajes de la guerra. Es cierto, nunca ha habido una guerra sin muertos, sin ejecuciones sumarias, ni decretos a muerte.

El mundo calla y más o menos se dejan escuchar algunas voces. La Cruz Roja sólo levanta cadáveres y alberga sobrevivientes, la OTAN está defendiendo a uñas y dientes sus propios intereses, los países vecinos fueron tomados por la espalda, atados sus brazos, sintiendo como la enorme mano “putiana” les tapa la boca con su fuerza. Ni el Vaticano balbucea nada, que no sea pedir elevar plegarias por el cese de la guerra, que día a día se va transformando en un nuevo holocaustico genocidio.

Así vamos viendo que no es solo Ucrania la que necesita una palabra que la salve, también Nicaragua, Venezuela, Cuba, entre otras, si hablamos de este lado del mundo.

No es bueno hablar de las razones que llevaron al presidente Putin a iniciar está hostilidad que, aunque muchos lo nieguen, ya es una guerra mundial, pues todos los continentes están involucrados de una u otra manera con este enfrentamiento.

Que si es la defensa férrea de un pueblo protegido por su Dios, que si es el amor por su libertad, que si son los javelin proporcionados por EE UU o la llegada de la rasputitsa (fenómeno estacional que convierte la tierra firme en un barrizal poco favorable al avance de vehículos militares); no importa, lo que importa es que el mundo, especialmente Ucrania, necesita palabras que la salven, como las de Matin Luther King, como las de Mandela, Malala, Mahatma Gandhi, y para más cerquita las de nuestro gran Libertador Simón Bolívar. Quién las pronunciará, no lo sé, pero el mundo no puede enmudecer ante la amenaza de estar a un paso del fin de la humanidad.

Imagen – internet.

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