OPINIÓN

MADURO NO QUIERE NEGOCIAR.

POR: EMIRO ALBORNOZ LEÓN

Este cronista está más que convencido que con Nicolás Maduro y toda la jauría de corruptos y desalmados comunista que lo acompañan en su perverso proyecto de destrucción de Venezuela, no hay posibilidades de llegar a una salida negociada y democrática a la tragedia que vive este pueblo.          

Es que es mucho lo que está en juego y mucho cuanto tienen que perder, al punto que ya no se trata de que Nicolás Maduro sea capaz de acordarse para terminar otorgando todas las garantías que finalmente conduzcan a la salida del poder de esta mafia gobernante, y Venezuela pueda recuperar su democracia y libertad perdidas. No. Se trata de toda una estructura de poder, de un entramado con ramificaciones «legales» e ideológicas, montado para asaltar el poder sin importar consecuencias.                                

Es una mafia civil y militar comprometida en escandalosos hechos de  corrupción  que llevo al Departamento de Justicia del gobierno norteamericano a dictar medidas de aseguramiento de grandes fortunas bancarias y propiedades inmobiliarias, sumado a la publicación de carteles por todo el mundo ofreciendo recompensas millonarias en dólares a quienes colaboren con la captura de los acusados, encabezados por Nicolás Maduro por cuya cabeza ofrecen la bicoca de 15    millones de dólares.           

Es mucho lo que está en juego como para que de manera voluntaria Maduro y la caterva de corruptos, civiles y militares, que se reparten el poder en Venezuela, vayan a meter las cabezas en el cepo para que sobre ellas caiga la guillotina de la justicia, nacional e internacional, que cobrará el libertinaje o esa especie de zarabanda alrededor de la cual ha girado el devenir de esta disoluta y corrompida revolución.                  

Maduro habla de ir a negociar, a sentarse en una mesa por allá por México (sitio no definido aún) pero al mismo tiempo, como ha sido su inveterada costumbre, le mete una patada a la mesa ordenando la detención, bajo acusaciones falsas de terrorismo, a importantes líderes de la oposición democrática. Y no conforme con esto, adelanta exigencias de que sean suspendidas todas las sanciones judiciales y    económicas que pesan sobre su gobierno y sus personeros, como condición para sentarse.                                 

Maduro,  no está haciendo más que seguir al pie de la letra la “regla del libro” de las dictaduras comunistas, verbigracia Cuba, en búsqueda de la perpetuación en el poder dictatorial y omnímodo a costa de la esclavitud y hambruna de sus pueblos.                                           

Maduro podrá , obligado porque tiene que enseñar una fachada democrática, organizar unas elecciones en las cuales sabe que perderá si el pueblo sale a votar masivamente, y aceptara la derrota como ya lo hizo en diciembre del 2015. Ya después buscará la forma de burlar nuevamente la voluntad popular, pero lo que no va a permitir es que lo desalojen del poder a punta de votos democráticos porque esa es la instrucción de sus padrotes chulos cubanos que saben que la supervivencia del régimen que sojuzga al pueblo de la isla está amarrada al destino de la revolución comunista chavista.     

Sin embargo, abogo por que la oposición logré un acuerdo unitario y participe en las elecciones del 21 de noviembre rogando a Dios porque este pueblo se decida a participar y le clave una derrota a los candidatos comunistas de los cuales ninguno sería capaz de salir airoso soportando el peso muerto del desastroso gobierno del chófer que ya no haya como coñacear ese carro llamado Venezuela.                               

Da suprema arrechera decirlo, pero Venezuela es una triste  colonia de esa empobrecida y subyugada isla, que ejerce un poder imperial gracias a sus tentáculos terroristas y totalitarios    al servicio de los más feroces sistemas de dominación y envilecimiento del ser humano                                      

Desde los primeros tiempos del iniciador de toda esta tragedia, ese atormentado y desequilibrado mental que en vida fue Hugo Chávez, analizando las actuaciones y el discurso del «gigante*, advertí hacia a dónde nos llevaban.           

La voz de mando: «no volverán» indicaba claramente las intenciones perpetuacionistas de esa mafia comunista en el poder aun por encima de la norma democrática. Esa era la directriz que le venía a Chávez del barbudo asesino y dictador cubano, Fidel Castro.                                             

Es lamentable ver cómo convirtieron uno de los países más prósperos de la América Latina en uno de los más indigentes del mundo con un salario mínimo mensual que no llega a los dos dólares, mientras en Haití, emblema de la pobreza continental, un trabajador gana un salario, que es considerado de hambre, de sesenta dólares mensuales. 

 La estrategia es muy clara, es la clásica guía comunista: acabar con el aparato productivo, la sociedad, los valores y la cultura de un país, para convertirse en amos y señores de unos famélicos y escuálidos (palabra favorita del engendro infernal para calificar a los opositores)  habitantes que, esclavizados, trabajan para el goce y disfrute del tirano.    

Maduro tiene una meta que es eternizarse en el poder a través del dogma comunista de la subyugación del pueblo, hambreándolo.    Es un  depravado sistema de dominación  para conquistar la hegemonía sobre los pueblos,  liquidar a sus adversarios y asaltar el poder.          

Pero no queda más camino. La situación obliga a participar en las elecciones con la bandera de la unidad, lo cual garantizará, sin duda el triunfo. Después, si Maduro desconoce la victoria de la oposición, entonces será el pueblo en la calle, a costa de grandes sacrificios, quien se encargue de sacarlo del poder que usurpa.                 

Emiro Albornoz León/Periodista.

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