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VENEZUELA: POTENCIA PETROLERA AMENAZADA

por Mileydi Piña
ALFREDO GONZALEZ

POR: ALFREDO GONZÁLEZ

Trabajador Petrolero

La industria petrolera, como la conocemos hoy; empezó en 1859 con el primer pozo estadounidense, hecho por el coronel Edwin Drake en Oil Creek, Pensilvania, Estados Unidos (EE.UU.). Desde entonces el petróleo ha desempeñado un papel crucial para el desarrollo de la industria, siendo hoy el motor principal de la economía mundial, y que domina todos los aspectos de nuestras vidas.

Anthony Sampson, en su libro: “Las Siete Hermanas. Las Grandes Compañías Petroleras y el Mundo que han creado”, expone como, desde sus inicios en la era industrial; el petróleo y los hidrocarburos se han convertido en el néctar del sistema económico capitalista y sociopolítico global, ejerciendo su control como eje de la política mundial. Las empresas petroleras europeas, Shell y la British Petroleum, junto con las trasnacionales petroleras estadounidenses (Exxon, Texaco, Gulf Oil, Mobil Oil y Chevron) conformaron las “7 hermanas” y lograron establecer un oligopolio que pondría las reglas del juego en la industria petrolera mundial, asegurando el reparto de las cuotas del mercado, así como inhabilitar cualquier tipo de competencia al tener control sobre las fases de la producción, refinación, transporte y comercialización del petróleo en el mundo. De esta manera controlaban la oferta de crudo y los precios en el mercado internacional.

La voracidad por el petróleo llevo a estas empresas, con el apoyo de los imperios estadounidense y británico; a conformar el Cartel Petrolero Internacional, y así lograron tener el control estratégico sobre el mercado mundial del petróleo; posicionándose en países que tuvieran petróleo para ser explotado a favor de sus intereses.

Desde los inicios de la industria petrolera, el imperio norteamericano visualizo como el petróleo se convertiría en una herramienta de política exterior, y la determinación de hacerse del control de este recurso energético. El petróleo dejo de ser un recurso económico para pasar a ser un objetivo estratégico. La competencia por los recursos naturales estratégicos, ha convertido al petróleo en un tema de seguridad nacional para EE. UU., y amparado en la Doctrina Monroe se estableció una política de dominio y supremacía para mantener a América Latina como una reserva estratégica, proveedora de petróleo “barato”. Henry Kissinger, ex Secretario de Estado de EE. UU. y Consejero de Seguridad Nacional durante los gobiernos de Richard Nixón y Gerald Ford, expreso: “quien controla los alimentos, controlará a la gente, y quien controla el petróleo, controlará a las naciones”, y así ha sido afirmado en la política exterior de EE. UU. de ejercer el control político directo en los países de América del Sur para explorar y explotar la riqueza de los yacimientos petrolíferos descubiertos en sus territorios.

En la década de 1920 se inicio la industria petrolera en Venezuela, llegando a ser el segundo mayor país productor de petróleo y el mayor exportador de petróleo del mundo. A raíz de su condición de país petrolero, Venezuela se convierte en un actor y factor de interés para el monopolio petrolero internacional, y fue un objetivo clave de las potencias imperiales. El desarrollo de la actividad petrolera, en nuestro país, se llevo a cabo bajo la figura de concesiones otorgadas por gobiernos complacientes y adormecidos ante los encantos de las transnacionales petroleras, que a través de una política de expoliación extranjera extraían las riquezas de la nación.

El dominio que ejercía sobre el mercado petrolero el Cartel Petrolero Internacional, conformado por las “7 hermanas” y auspiciado por los imperios norteamericano y británico, ocasiono una fuerte caída de los precios de los crudos que se dio en la segunda mitad de la década de 1950, afectando gravemente a una serie de países exportadores cuyos ingresos estaban basados mayoritariamente en la venta de crudo.

Con el fin de asegurar y estabilizar los precios internacionales del petróleo para garantizar los intereses de las naciones productoras de petróleo, Juan Pablo Pérez Alfonzo, ministro petrolero venezolano, propuso ante los gobiernos de Arabia Saudita, Irán, Irak y Kuwait; la creación de una hermandad que contrarrestara el oligopolio formado por las “7 hermanas”. De esta forma, en 1960, se fundó la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP) cuyo objetivo era el de regular el mercado del petróleo, de forma de asegurar a los países productores una participación sustancial en los beneficios de la explotación de los crudos, que sirviera a los intereses de esos países y no de los países consumidores. Por primera vez se amenazó de forma efectiva el poder de las “7 hermanas” y se contrarresto la expoliación petrolera que ejercía el imperio norteamericano.

La OPEP se convirtió para las grandes potencias en el “enemigo público” que debía ser destruido, tal fue la famosa frase de Reagan, ex presidente de EE. UU.; quien asevero: “vamos a poner de rodillas a la OPEP”.

Para la década de 1970, en nuestro país se había instaurado un sentimiento de animadversión contra las compañías petroleras trasnacionales y sus países, y la necesidad de que la riqueza petrolera fuera disfrutada por todos los venezolanos. Fue así, tras la promulgación de la Ley de Reversión, que Venezuela logra en 1976 la nacionalización de la industria petrolera, creación de Petróleos de Venezuela, S.A. (PDVSA) y sus filiales; con el fin de asumir el control de las operaciones de la industria petrolera para el beneficio de los venezolanos. Muchos autores criticaron el acto de nacionalización de la industria petrolera, catalogándola de “nacionalización chucuta” ya que las indemnizaciones sobre activos largamente depreciados de los concesionarios, la creación de contratos de asistencia técnica y comercialización con las empresas petroleras trasnacionales; abonaba que estas empresas mantuvieran el control de la actividad petrolera.

La política de internacionalización que desarrollo PDVSA y el proceso de Apertura Petrolera, en la década de 1990; con la participación de capital privado en el proceso de exploración y explotación petrolera mediante Convenios de Asociación en régimen de ganancias compartidas; retrajo aun más los pírricos beneficios de la nacionalización petrolera. Se buscaba la expansión de la producción petrolera para incrementar los volúmenes de colocación de crudo en el mercado internacional en menoscabo de las cuotas de producción de la OPEP, que buscaba la salida de Venezuela de esta organización.

Esa política de PDVSA se alineaba a los países grandes productores fuera de la OPEP, y estaba conforme a los intereses de EE.UU., que retomaba su preeminencia de control energético en la región, utilizando a Venezuela como instrumento para socavar los cimientos de la OPEP y hacer que esa organización se “pusiera de rodillas”.

El predomino de EE.UU. y de sus empresas petroleras trasnacionales, nunca habían sido amenazado desde que inicio la explotación petrolera en nuestro país. Esto se volteo en 1998, con el ascenso al poder del Comandante Supremo Hugo Chávez, quien enarbolo un verdadero sentimiento nacionalista por el control estatal de la industria petrolera para dar el mayor beneficio al pueblo venezolano.

EE.UU. veía como el nuevo gobierno bolivariano de Venezuela desafiaba sus intereses, cuando el Comandante Supremo Hugo Chávez inicio un periplo a todos los países miembros de la OPEP para incentivar el renacer de esa organización en beneficio de todos sus países miembros. Fue así como Venezuela (miembro fundador de la OPEP) promueve y convoca después de 25 años la II Cumbre de Jefes de Estado y de Gobierno de la OPEP, realizada en Caracas en 2000, cuyo objetivo estratégico fue estabilizar el mercado petrolero y establecer una política de defensa de precios justos, partiendo del respeto por las cuotas de producción de cada uno de los países miembros de la OPEP, lo que conllevó al aumento significativo del precio del barril de petróleo. A partir de esa cumbre, la OPEP retomo su papel de actor más eficiente e importante a nivel mundial para garantizar la estabilidad del mercado petrolero. Esto afecto directamente a los grandes consumidores de petróleo, en especial a EE. UU. que venía desarrollando una política de expoliación petrolera en los países productores que estaban bajo su influencia de poder, así como sus pretensiones de “poner de rodillas” a la OPEP.

La reversión de la Apertura Petrolera y la re-estructuración de PDVSA, se sustentaron en la promulgación de las nuevas Leyes Orgánicas de Hidrocarburos Gaseosos de 1999 (Gaceta Oficial No. 36793 de 32-09-1999) y de Hidrocarburos de 2001 (Gaceta Oficial No. 37323 de 13-11-2001).

Esto detono la insatisfacción de EE.UU., cuya embajada en nuestro país colaboró y apoyo a la oposición del gobierno bolivariano para convocar un paro nacional, utilizado como mampara para dar el golpe de Estado de abril del 2002. Apenas transcurridos nueve meses del golpe de Estado, la oposición, con el develado apoyo de EE. UU., se aventuro con el Sabotaje Petrolero en diciembre 2002, que generó la paralización completa de las operaciones, con afectaciones importantes a la economía venezolana; como una nueva ofensiva para desestabilizar y derrocar el gobierno constitucional del Comandante Supremo Hugo Chávez.

El gobierno bolivariano, de conformidad con los preceptos de la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela y el nuevo régimen legal y fiscal previsto en las leyes en materia de hidrocarburos, puso fin a los Convenios Operativos otorgados dentro de la “Apertura Petrolera” de la vieja PDVSA y se dio paso al esquema de las Empresas Mixtas dentro del Plan Plena Soberanía Petrolera de la PDVSA bolivariana.

La consolidación de la política de Plena Soberanía Petrolera, llevada a cabo por el Comandante Supremo Hugo Chávez, puso fin a las pretensiones de las empresas petroleras transnacionales de seguir apropiándose de nuestro petróleo en detrimento del bienestar del pueblo venezolano. Al margen, y con el pleno control de nuestra industria petrolera, se acuño el lema “el petróleo es del pueblo”, y por primera vez los excedentes producto de la actividad petrolera, potenciaron el Plan de Desarrollo Económico y Social de la Nación; invirtiéndose en Misiones Sociales: Misión Ribas, Misión Barrio Adentro, Misión Sucre, Mercal, PDVAL; obras de infraestructura y construcción de universidades, entre otras; para el beneficio pleno del pueblo venezolano.

La política internacional de Plena Soberanía Petrolera, está sustentada en la visión solidaria, complementaria y unificadora, para liberar a los pueblos de las enormes dificultades de acceso a los recursos energéticos, que acentúan las desigualdades sociales y deterioran la calidad de vida. Se logro fortalece la cooperación internacional en el seno de la OPEP, basado en una concepción estratégica y una voluntad integracionista bolivariana. Se creó PETROCARIBE para la cooperación energética e intercambio de bienes y servicios con los países de la fachada caribeña, PETROAMERICA, PETROSUR, y PETROANDINA para establecer alianzas estratégicas para desarrollar de manera integral negocios en toda la cadena de los hidrocarburos entre las compañías petroleras estatales de América del Sur; como mecanismo de fortalecimiento de una red de articulación geopolítica de carácter regional.

Impulsando la pluripolaridad y el equilibrio energético mundial, el Comandante Supremo Hugo Chávez, logro establecer mecanismos donde se disminuyó el suministro de petróleo a EE. UU., diversificando el suministro de petróleo hacia nuevos polos de poder como China, Rusia e India.

El Comandante Supremo Hugo Chávez, encabezo la revisión de la Faja Bituminosa del Orinoco, lográndose demostrar la existencia de petróleo en lugar de bitumen, y obteniendo la certificación de reservas en la Faja Petrolífera del Orinoco que hacen que Venezuela lidere el ranking mundial de reservas de petróleo con 304.000 millones de barriles.

Es inobjetable que la política petrolera que implemento el Comandante Supremo Hugo Chávez, y que hoy continua el Presidente Nicolás Maduro, como estrategia económica y política para la integración regional; ha estado en contra de los intereses neocoloniales de EE. UU., por lo que ha sido evidente el incesante accionar de agresiones y asfixia económica en contra de nuestro país. Donald Trump, expresidente de EEUU; confeso que desarrolló su política hostil hacia Venezuela con la intención de apropiarse de las cuantiosas reservas petrolíferas de nuestro país.

Según la OPEC Annual Statistical Bulletin, las reservas mundiales hasta ahora probadas de crudo convencional tienen una proyección de agotamiento en el tiempo, alrededor de 50 años; mientras que las reservas probadas de nuestro país, al ritmo de producción actual, tienen aproximadamente una proyección de agotamiento de 300 años. En el caso específico de EE. UU., que es el mayor consumidor de crudo del mundo; sus reservas probadas no cubren la actual voraz demanda de crudo para satisfacer su nivel industrial. Es evidente que este desequilibrio agudizara la lucha por los recursos naturales estratégicos, en especial por el petróleo, mas cuando los países grandes consumidores no producen, ni poseen hasta ahora, el suficiente recurso para satisfacer sus necesidades.

Venezuela, que posee las mayores reservas probadas de crudo, hace que se posicione como potencia energética del mundo. La política de Plena Soberanía Petrolera, el auspicio de la pluripolaridad y la propuesta de integración energética de los pueblos del continente, legado del Comandante Supremo Hugo Chávez y que ha venido desarrollando el gobierno bolivariano del presidente Nicolás Maduro, se contrapone contra los intereses de EE. UU. en su doctrina Monroe.

Las nefastas intensiones que impulsaron el golpe de Estado en abril del 2002, el sabotaje petróleo de diciembre del 2002, las guarimbas y hechos desestabilizadores contra el gobierno del presidente Nicolás Maduro, siguen intactas y se agudizaran al ver el avance y profundización de la Revolución Bolivariana; cuyo objetivo real es apropiarse de nuestro principal recurso: el petróleo.

La potencial crisis económica por la que pasaría EE.UU. ante el cenit de su producción de petróleo e incremento de su demanda interna, y el desplazamiento de la hegemonía que mantenía en la región; hará recurrir a medidas extremas para hacer valer su doctrina Monroe y hacerse de los recursos de América del Sur, principalmente de nuestro país.

Es imperante reforzar la conciencia, retomando el legado de nuestro libertador Simón Bolívar; dar continuidad a la Revolución Bolivariana ante el momento histórico que estamos viviendo y contrarrestar las apetencias imperialistas de EE. UU., que cual ave de rapiña pretende posar de nuevo sus garras sobre nuestro petróleo.

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