domingo, mayo 5, 2024
PENSAR CON CRITERIOS

La batalla en Venezuela es cultural

No cabe la menor duda de que la verdadera batalla que debe librar Venezuela es cultural. Bien lo dijo su Libertador Simón Bolívar: un pueblo ignorante es instrumento ciego de su propia destrucción.

El régimen chavista lo sabe, unos pocos lo entienden y la gran mayoría es víctima de esta lapidaria frase bolivariana. Qué indica esto: Que la batalla que tiene que librar Venezuela es cultural y ese debe ser el camino y la visión clara de sus líderes políticos y sociales.

No en vano la educación ha sido la más atacada por este régimen seudobolivariano, más claro ni el agua. De dónde salen las ideas libertarias, dónde se forjan los revolucionarios sino es en las aulas de clases. Quién creen que son los llamados a librar esa batalla cultural sino son los jóvenes, y la historia lo ha certificado revolución tras revolución. Recuerden la sabia frase que escuché del expresidente uruguayo Pepe Mujica, al que admiro hasta la demencia: no existe fuente de derecho más creativa que las revoluciones, porque siempre desembocan en un Nuevo Orden Jurídico.

Comparto con Mujica el precepto de que “no habrá humanidad mejor si no hay una transformación cultural”, porque eso siempre formará parte de la construcción de una sociedad mejor, y la tarea como ciudadanos de bien, es buscar ese bienestar a través del cambio.

Hoy día Venezuela está sumergida en un foso lleno de alacranes que le inyecta ignorancia para hacerle creer que la cultura es solo la del miedo y la destrucción de la propiedad privada. El expresidente uruguayo (Pepe Mujica) lo advirtió: “gente que se niega a creer que existe lo tuyo y lo mío.

Entonces para salvarse de ese ir y venir de atrocidades y violaciones inhumanas que el régimen chavista realiza a la vista de todos y con una gran sonrisa de cinismo, hay que iniciar esa, tan anhelada y necesaria, revolución cultural.

No olviden los líderes opositores a la barbarie de la que es presa Venezuela, que en el mundo todo crece, y la lucha contra estos desmanes tiene que crecer y no apagarse con el abuso de poder que ha llevado a la tortura y a las desapariciones forzadas que se han vivido en los últimos años. Destruir una pared es fácil, pero construirla es difícil, sin embargo, los venezolanos deben construir ese gran muro cultural que los saque de la hecatombe que viven de lo contrario les quedan muchos más años de desolación inhumana en esta hermosa y noble tierra de Bolívar.

El verdadero cambio está dentro de la cabeza, y por ello el llamado es a cambiar pensamientos y enfrentar unidos la avasallante tortura que sufre el pueblo venezolano al ser llevado como borrego “lobotómico” hacia la incultura.

En las escuelas venezolanas se imparten clases solo dos o tres días a la semana, gran parte de la enseñanza es a través de un teléfono realizando tareas virtuales, las universidades públicas están ahogadas por la falta de recursos, los jóvenes prefieren trabajar que estudiar, y los maestros y profesores están tan mal remunerados que prefieren vender zapatos o bisutería que impartir clases; esta es la realidad. Ser profesional de la educación en Venezuela no es una labor noble sino sacrificada.

A Venezuela le clavaron desde hace más de 20 años una estaca en su medula espinal, la ilusión de su juventud.

La ignorancia es tal que, aunque vean como un régimen autocrático dictatorial, que no está allí por voluntad de las mayorías, manipula a sus anchas a unos pocos que aún vitorean sus acciones sin ni siquiera discernir sobre ellas por muy arbitrarias, deshumanas y falsas que parezcan; el silencio es premisa. Y esto no se logra de la noche a la mañana, ha sido puntada con cuidado y a cuentagotas, ilusionando, manipulando y mintiendo, pero sobre todo destruyendo la raíz de los cambios: la cultura.

El régimen chavista es tan contradictorio que llega al poder profesando un socialismo y despotricando de un capitalismo salvaje, basando sus luchas en la defensa a ultranza de su soberanía, pero termina transformado en un régimen individualista, violador de los derechos humanos, abusivo, grotesco; que difiere de lo que dice con lo que hace.

Se está frente a un régimen que acuerda por medio de negociaciones carnavalescas, soltar una treintena de presos políticos para disminuir presiones y sanciones internacionales, mientras apresa nuevos dirigentes políticos con procesos amañados. Por otro lado, saca de forma fraudulenta y con el brazo ejecutor de sus instituciones adeptas a su principal contendora en las próximas elecciones, consigue la ayuda de los propios opositores, que tampoco son en estos casos lo suficientemente cultos para enfrentar estos abusos de poder; como quien dice, son incapaces de sacudirse el saco ante tales arbitrariedades. ¿Y la comunidad internacional? Sigue en deuda con los venezolanos mientras el régimen del presidente Nicolás Maduro y sus acólitos siguen riendo en su cara.

Volvamos a la cuestión cultural, quiénes representan la juventud venezolana, muchachos criados en revolución, acostumbrados a las dádivas y a las indulgencias educativas, quienes comenzaron cobrando por estudiar doctrinas que es lo que hoy se imparte en las aulas de clases. Su pensamiento crítico fue extraído a raíz y sustituido por bolsas del Clap, bonos, casitas de la Misión Vivienda e hijos amparados bajo la misión José Gregorio Hernández.

Está claro que esto no es revolución, porque en la palabra revolución hay intrínsecas muchas cosas buenas y entre ellas está el cambio, el respeto a la vida y el crecimiento social; pero como pertenecemos a la búsqueda perenne de nuestro bienestar, y el pensamiento es inagotable, la esperanza de que se produzcan los cambios y la batalla cultural que se libre salga victoriosa por el poder que tiene la cultura ante la ignorancia; más temprano que tarde Venezuela saldrá de este régimen que tanto daño ha hecho a su sociedad, para no convertirnos en otro lunar hitleriano en Latinoamérica.

 

 

La educación pertenece a la clase de los derechos humanos fundamentales, que son inalienables, su dominio o posesión no se puede enajenar o transferir, porque son sustanciales, principales, necesarios e inherentes y no se pueden separar de la persona, porque están unidos a ella por naturaleza. La educación pertenece a la clase de los derechos colectivos, cuyo fin es asegurar la calidad de vida y el bienestar social de las personas que no son otra cosa que un medio para realizar una vida humana digna, lo cual quiere decir que el reconocimiento del derecho a la vida, lleva implícito la necesidad de asegurar los medios para realizarla; el reconocimiento de los derechos sociales, económicos y culturales conforman la llamada democracia social, complemento indispensable y sostén a la vez de la democracia política.

LOGO EL REGIONAL DEL ZULIA - BOTON PRINCIPAL

Suscríbete a nuestro boletín

Reciba nuestro resumen con las noticias más importantes directo a su buzón.