sábado, abril 27, 2024
ANIVERSARIO SIMON BOLIVAR

«¿Señor Antonio me llegó carta?»

                                                                                   Foto/Tomada de la WEB

La bodeguita Tía Juana es un referente indiscutible de esta ciudad, un punto de encuentro, un punto de solidaridad para los tiajuanenses. El señor Antonio Peña llegó desde el andino estado Trujillo a mediados de los 50, aquí se estableció con su familia, instalando en la entrada de la carretera “E” del inhóspito poblado rodeado de tuberías y tranques petroleros, lo que fue por más de 50 años su medio de vida.

Con la visión de comerciante nativo que siempre lo caracterizó, logró adquirir un puesto de víveres en la entrada de los campos petroleros Altamira y Buenos Aires, y donde los trabajadores petroleros eran recogidos en una parada de pasajeros adyacente, construida por la empresa Shell. Al ser un punto de encuentro para mucha gente convirtió el lugar en un nicho importante para vender sus productos.

Con el tiempo el quiosco creció y vendía de todo, desde bebidas refrescantes, panes, agujas, hilos, empanadas, chimó, kerosén y cuanto producto necesitaras, convirtiéndose en un negocio conocido como Bodeguita Tía Juana, cuyo lugar fue referencia hasta ahora de lo que sería la ciudad de Tía Juana hoy capital del municipio Simón Bolívar.

Cuenta Martin Salas, uno de sus sobrinos, que Antonio era un gran hombre que ayudaba a cualquiera.  “Con el nadie se caía”, dijo con agrado al recordar la humanidad del famoso bodeguero.

Resaltó que en la bodega de su tío también llegaban encomiendas, recados y cartas, por lo general enviadas desde Colombia. “-Antonio me llegó carta. -Sí aquí la tenéis”.

Al tiempo que fungía como punto de información turística. “-Señor me puede decir dónde vive por aquí la familia Bello. -Ellos viven en la 23, cruce a la izquierda en esa avenida y la primera casa después de la calle trasversal, ahí es”.

Refirió Salas que llegó muy pequeño a la zona, pero puede recordar con claridad que el quiosco era primero de madera y pertenecía a una señora, que no sabe en qué condiciones se lo vendió a Antonio y donde se expendían víveres; sin embargo, poco tiempo después una camioneta se estrelló contra el quiosco y lo tumbó, ya que estaba ubicado muy cerca de la carretera. “Antonio no se detuvo por lo sucedido y con una bicicleta de reparto comenzó a vender cepillados hasta poder levantar su negocio de nuevo, recibiendo ayuda de la misma persona que lo derribó. Pasaron unos dos años y logró establecerse de nuevo allí hasta que hace unos 15 años atrás, ya con edad muy avanzada, uno de sus hijos se lo llevó a la ciudad de Barquisimeto donde falleció hace 11 años”, dijo Salas. La famosa bodega fue alquilada para una familia asiática y posteriormente vendida a sus actuales dueños.

Mientras que Enilda Armao y Bartolo Hernández, que llegaron a principio de los ‘60 a la zona, sostienen que Antonio fue un hombre solidario que no escatimaba esfuerzo para ayudar a cualquiera con un “fiao” o un caramelito para los niños que solían llegar a pedir en su negocio.

Para muchos fue el resguardo ante la lluvia, el descanso para tomar aliento y avanzar hasta llegar a sus casas, muchas de ellas a kilómetros de distancia; el correo para enviar un mensaje, pues toda la comunidad convergía en ese sitio, que luego fue el punto donde se instalaban los pregoneros de los periódicos locales a ofrecer la prensa, y por supuesto el estacionamiento público de las bicicletas que el señor Antonio permitía que colocaran en las rejas del negocito, resguardadas con un candado mientras los trabajadores que vivían  lejos regresaran de sus trabajos en Cabimas o Ciudad Ojeda. “Vamos para la parada a comprar el periódico”, “espérame en la parada”, “señor Antonio dígale a sutanejo o a perencejo que ya pasé”, “señor Antonio guárdeme esto mientras voy a Cabimas”; eran las expresiones más frecuentes que se generaban de este icónico lugar.

El alcalde Franklin Duno Petit consciente de la necesidad de darle una imagen más decorosa a este emblemático lugar, aprobó y construyó en el; una fuente, un estacionamiento para bicicletas y una fachada que le dio un aspecto moderno a lo que para muchos fue conocido como la bodeguita del señor Antonio.

Foto/Mileidys Piña
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